Rúbricas 1

71 Es para mí un honor participar en la ceremonia de inauguración de cursos en este plantel poblano de la Universidad Iberoamericana. Me es muy grato y agradezco la invitación a las autoridades. En especial, al maestro David Fernández Dávalos, rector de la institución y al maestro Juan Luis Hernández Avendaño, director académico. Me pidieron que a manera de bienvenida dijera unas breves palabras sobre la realidad. Al respecto, en tono de advertencia, quiero citar algunas conclusiones que nos legara de manera póstuma un sacerdote jesuita del que este gimnasio recoge su nombre: Ignacio Ellacuría. Él decía que: la verdad de la realidad no es lo ya hecho; eso es sólo una parte de la realidad. Si no nos volvemos a lo que está haciéndose y a lo que está por hacer, se nos escapa la verdad de la realidad (…) La realidad y la verdad han de hacerse y descubrirse, y han de hacerse y descubrirse en la complejidad colectiva y sucesiva de la historia, de la humanidad. Volveré al final sobre Ellacuría, pero quiero decirles, a quienes no lo sepan, que Ellacuría fue un filósofo y teólogo español-salvadoreño, humanista, altavoz de la Teología de la Liberación y rector de la Universidad Centroamericana en San Salvador. Rector de una Universidad que quiso autónoma, respecto del poder civil y del poder eclesiástico, que se granjeó la enemistad de algunos sectores financieros y militares, sufrió persecución y destierro, y murió asesinado en 1989 por un pelotón del Batallón Atlacatl de la Fuerza Armada de El Salvador. Con este antecedente, de manera un tanto esquemática, desgranaré algunas ideas a modo de sacudimiento. De provocación, en el sentido de generar en ustedes una reflexión crítica. Creadora. Transformadora. Son ustedes parte de la generación del centenario. Llegan a la Universidad. Son privilegiados. Sepan que esa condición implica una responsabilidad. Una responsabilidad y un compromiso con la sociedad, con la institución y con ustedes mismos. Reciban la más cordial bienvenida a la Ibero. Pero también al caos. No se asusten. Aquí nos tocó vivir. Deben aprovechar esta oportunidad, la de su ingreso a la Universidad, para colaborar en la construcción de un país. Donde quepamos todos. Donde quepan los muchos Méxicos que coexisten en la geografía nacional. Con Eduardo Galeano, comenzaré diciéndoles que vivimos en un mundo patas p’arriba. Un mundo inhumano. Violento. Caótico. Deshumanizado. Basado en estructuras injustas, opresivas. Generadoras de pobreza y exclusión social. Un mundo, y un México en particular, donde reinan la corrupción, la impunidad y la simulación. La mentira organizada. Vivimos, hoy, además, en un México de horror. De gente mutilada, degollada, descuartizada. De ejecutados de manera sumaria. De desaparecidos por razones políticas. Donde se criminaliza la pobreza y la protesta social. De feminicidios y juvenicidios, como en Ciudad Juárez. De jóvenes desechables asesinados por escuadrones de la muerte y grupos de limpieza social. De niños acribillados en retenes militares por las llamadas fuerzas del orden. De estudiantes ejecutados en centros de diversión, como los 16 preparatorianos asesinados en Ciudad Juárez o que caen víctimas de la “adrenalina” de soldados todavía impunes, como los dos alumnos de excelencia que perdieron la vida en el Instituto Tecnológico de Monterrey.

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