Rúbricas 2

94 Otoño - Invierno 2011 La visión parcial y reduccionista de la configuración económico/social de la ciudad se derivó de lo que Milton Santos advierte como una serie de equívocos. Por una parte, las grandes industrias exportadoras, pensadas como motores del desarrollo de la ciudad, no han sido necesariamente complementarias con las redes económicas locales, como no sea en el marco del circuito cerrado de sus proveedores. Por esto, sus efectos secundarios en términos del desarrollo local se sitúan más en la esfera del consumo que en la articulación con cadenas productivas locales o regionales. En contrapartida los procesos económicos y sociales que se evidencian en el segundo circuito serían funcionales para la explotación del trabajo en el polo dominante de la economía. No sería casual, la terciarización creciente de todo el sistema urbano, por el hecho de que la industria moderna (como la tradicional) ha sido incapaz de proveer un número suficiente de empleo y por ello de abatir la pobreza. Este terciario primitivo [del que es una expresión la llamada economía informal], se constituye también como un terciario refugio para los excluidos de tal modernización industrial (ibid.: 109). Los ordenamientos políticos fungen en varios sentidos como garantes de la reproducción de este sistema de relaciones. La perspectiva de la desigualdad de clase, que esta aproximación analítica evidencia, permite destacar la incapacidad de acceder a los mínimos de bienestar que corresponden a las posibilidades de satisfacción que ofrece la ciudad (vivienda digna, educación, salud, trabajo, etc.), que sufren un conjunto de sujetos sociales por su lugar en la pirámide de integración socioeconómica, pero también por la índole de las políticas públicas que, en el marco de determinadas relaciones de poder, tienden a incrementar los déficit de inclusión al régimen de derechos, a través de diversas formas de desposesión. Tal cuestión es irreductible al mero problema de la pobreza económica, en tanto su explicación requiere el abordaje de las diversas formas de gestión que los sujetos producen con base en el marco de relaciones sociopolíticas y orientaciones culturales, mediadas en la esfera del Estado, del mercado y de los círculos familiares y microsociales5 (Filgueira, 2001). El acelerado debilitamiento de las instituciones de bienestar y la insistencia en la aplicación de instrumentos de focalización, limitan la acción pública a sólo una cuarta parte de la población excluida. Los altos niveles de exclusión derivados de estas políticas han obligado a las familias a generar diversas estrategias de sobrevivencia, entre las que destacan el empleo precario, la ocupación no autorizada del suelo urbano y rural periurbano y la migración nacional e internacional, que hoy, más que desviaciones o excentricidades coyunturales, se convierten en constitutivos de la estructura económica y social del país (Valencia, 2007). Una segunda forma, se caracteriza por distintas modalidades de integración urbana sin integración social que remiten al concepto de segregación, es decir, el establecimiento de una distancia espacial y social entre una parte y el resto. Tal cuestión supone una disposición diferencial de la gestión individual y colectiva de las libertades urbanas,6 mediada por aspectos socioculturales (Donzelot y Jaillet, 1997). Esta segunda forma, particularmente compleja, remite a la tensión entre lo individual y lo colectivo, entre lo público y lo privado, entre la coherencia y cohesión espacial y la integración social y, se manifiesta en diversas formas de distanciamiento social, de producción de nuevas categorías urbanas ligadas a la erosión de los tejidos sociales, al empobrecimiento de las condiciones de sociabilidad (urbanidad), irreductibles por lo demás a las relaciones de clase. Las categorías urbanas producidas resultan de la integración de las diversas manifestaciones identitarias, así como de los dispositivos asociados a las formas de consumo del espacio y el tiempo, que definen a la ciudad como un espacio heterogéneo y fragmentado y frecuentemente como yuxtapuesto y estereotipado donde la realidad se oculta tras velos de ilusión (Lefebvre, 1974; Boltansky y Chiapello, 2002; Bauman, 2002 y 2005). 5 La forma dominante de enfrentamiento a los déficit de incorporación urbana, desde la perspectiva de las políticas públicas, ha supuesto la yuxtaposición de una limitada y decreciente estrategia centrada en la cohesión social de corte europeo, basada en el Estado de Bienestar; y una de corte estadounidense, basada en el mercado y la propiedad. 6 Entendidas como “la posibilidad para todos y cada uno de disfrutar no sólo de la vivienda y del trabajo, de hallar respuesta no sólo para sus necesidades elementales en materia de educación, sanidad e intercambio, sino de gozar de cualquier actividad cultural, recreativa y creadora al más alto nivel posible (Campos-Venuti, 1971: 8).

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