Rúbricas 5

37 ¿Quién soy? Es la pregunta que nos hemos planteado los seres humanos desde el surgir de la conciencia. Ni las respuestas mitológicas, ni las filosófico-racionales, ni las científico positivas han dejado satisfecha la curiosidad del hombre. Autoconocernos en nuestro mundo es el objetivo de todo el caudal de nuestras investigaciones y nuestros saberes. Esta misteriosa realidad no es estática, ni acabada, es una realidad dinámica, un proceso complejo con un constante deseo de superarse, de trascenderse, somos el eterno insatisfecho. La educación trata de ayudar al ser humano a responder dos preguntas: ¿qué es el ser humano? y ¿cómo puede desarrollarse en su mundo concreto? Por esto, todo modelo educativo histórico y quizá anterior a la historia ha supuesto y supone necesariamente un concepto del hombre, al menos como hipótesis. No hay educación sin una antropología explícita o implícita. Es más diversa la educación que supone un ser humano solamente corporal, que una educación que tiene una antropología que no excluye lo espiritual en la naturaleza humana. Visto esto desde el acervo objetivo de la ciencia, distinguimos las ciencias naturales que tratan de entender y manejar con la tecnología nuestro mundo exterior y las ciencias del hombre que estudian nuestra realidad humana y tratan de responder: ¿qué es el hombre y cómo se desarrolla? Dentro de estas ciencias ubicamos a la psicología que nos interesa en este artículo. La historia de la psicología científica desde Wilhelm Wundt (1874) a nuestros días ha tenido también diversos supuestos antropológicos según el momento científico cultural en que surgieron y se desarrollaron las diversas escuelas. Freud y el psicoanálisis (1982) como primera escuela de psicología científica surge en una Europa empeñada en el pensamiento empirista-positivista en sus universidades con grandes logros prácticos y con su formulación racionalista matemática cuantificó los fenómenos estudiados experimentalmente. No es de extrañar que su antropología al menos implícita fuera reduccionista a la corporalidad experimentable y cuantificable. El conductismo de Watson (1919) y Skinner (1938) surge en un ambiente norteamericano pragmático, positivo y por consiguiente el objetivo de la psicología conductual será la Conducta Observable y su propósito el control y manejo de la misma con una ingeniería de la conducta, por lo que su antropología también es reduccionista. La Tercera Fuerza o Psicología existencial humanista desde C. Rogers (1975b) a Víctor Frankl (1994) tiene como antecedente la Segunda Guerra Mundial y las dramáticas consecuencias psicológico-sociales de la posguerra que llevó a todo Occidente a preguntarse de nuevo: ¿qué es el hombre? y ¿cuál es el sentido de su vida? Esto cuestiona la antropología de la ciencia del progreso materialista indefinido y la certeza de la ciencia empírico-matemática para responder a la eterna pregunta ¿quién soy?, ¿qué es el ser humano? La psicología científica vuelve a dialogar con la filosofía de donde había nacido a finales del siglo xix y surge así la Tercera Fuerza o Psicología existencial humanista con una apertura a la realidad espiritual en su antropología aceptada. Antes de analizar el autoconocimiento y el desarrollo del ser humano en esta escuela, quisiera señalar por qué en la Universidad Iberoamericana Puebla se da lugar a esta escuela de Psicología en su currículo académico. Todo el Sistema Universitario Jesuita acepta el modelo educativo de la Compañía de Jesús heredero de la tradición centenaria del humanismo integral ignaciano, confirmado oficialmente en 1986 por la publicación Características de la Educación de la Compañía de Jesús y en 1993 por la Pedagogía Ignaciana. Un planteamiento práctico. Esta reglamentación universal de la Compañía de Jesús la asumen las Universidades Jesuitas de América Latina: Desafíos de América Latina y Propuesta Educativa (ausjal, 1995) y La Propuesta de ausjal y la Pedagogía Ignaciana (ausjal, 1997). Así pues la Universidad Iberoamericana Puebla acepta el Humanismo Integral Cristiano, según la lectura ignaciana en su currículo educativo y procura, por tanto, educar a sus alumnos en la triple dimensión del ser humano, propuesta por el modelo de personalidad de Víctor Frankl (1995): la dimensión somática (corporal-sensorial), la dimensión psíquica (anímica-emocional) y la dimensión noética (espiritual-consciente y libre). El currículo educativo de la Ibero Puebla desea con Rogers (1975a) ayudar al proceso de convertirse en persona plenamente consciente y socialmente responsable de sus decisiones. La Psicología existencial humanista dialoga con la filosofía, sobre todo a partir de 1945, fin de la Segunda Guerra Mundial y lo hace con el existencialismo “Al cumplir el sentido de su vida, el hombre se realiza a sí mismo” Frankl (1994: 37)

RkJQdWJsaXNoZXIy MTY4MjU3