Rúbricas 6

73 El color de la ausencia, con todas las historias, personas y conflictos que hemos mencionado, se construye a partir de breves capítulos, tal como si fueran los detalles de un mural. Los personajes que en un principio aparentemente están dispersos, poco a poco se interrelacionan para crear ese efecto de espacialidad y de simultaneidad. La realización del mural pensado y pintado por Jonás camina a la par del relato en cuanto a forma y fondo, básicamente en el cómo, el qué y el para qué contar la historia de un pueblo y los efectos que desemboca en él un fenómeno como la migración. Esto es un mérito digno de destacar. Incluso muchas de las reflexiones expresadas por Jonás a través del narrador y algún otro personaje podemos utilizarlas para explicar la propia forma de la novela. Para comprobarlo resulta conveniente leer algunos fragmentos, en realidad me gustaría citar muchos más por su calidad, pero me limito a los siguientes. Jonás pinta un mural en San Nicolás porque le “interesa que la gente del pueblo no olvide el pasado” (30) y lamenta que para los niños y los jóvenes “lo único importante es lo nuevo” (30). En el mural aparecen el cura Miguel Hidalgo y Costilla, Josefa Ortiz de Domínguez, José María Morelos y Pavón, Ignacio Allende, Benito Juárez, Porfirio Díaz, Emiliano Zapata y Lázaro Cárdenas, junto con otras imágenes: “la ofrenda de muertos, el Santo Patrón, la iglesia, la plaza, la danza de moros y cristianos, el calendario de fiestas y el jaripeo” (90). Sin embargo, cuando casi estaba acabado el trabajo, Jonás, “al mirar el conjunto no estaba satisfecho, repasaba uno a uno los gestos de las caras, los colores usados, las dimensiones y las correspondencias, todo estaba en su sitio pero el hilo que movía el relato no lo encontraba por ningún lado […] los elementos estaban ahí pero se mantenían distantes unos de otros, como un muro de ladrillos superpuestos, sin cemento, sin continuidad y fortaleza” (91-92). Reconocer la importancia de la gente del pueblo logró el efecto deseado, entonces: “El mural tenía muchas viñetas pequeñas que plasmaban momentos en la vida del pueblo, Jonás las había pintado entre las grandes figuras históricas para generar un relato paralelo capaz de darle unidad a su obra. Poco a poco los pequeños relatos se conectaron entre sí y cobraron fuerza dentro del conjunto” (245). Para otro observador del mural, tanto los héroes de la patria como los momentos de la vida del pueblo son fundamentales, ya que aunque “conozcamos a todos estos señores no está demás volverlos a poner, si uno se fijara sólo en ellos tendría una mirada estrecha de lo que somos, pero está bien dejar que el que vea decida. Al pintar a los héroes ya le diste a la autoridad materia para sus discursos, ellos no van a mirar más allá, no sólo porque no quieren sino porque no saben. Toda la vida se la han pasado hablando de los grandes acontecimientos que nos dieron nombre [porque] es más fácil lidiar con una historia que se cuenta de un hilo que poner atención a las distintas voces que andan por las calles todos los días” (294). Y casi para terminar cabe destacar que también acierta Jorge Basaldúa cuando los protagonistas son precisamente “las distintas voces que andan por las calles todos los días”. Por este motivo descubre a través de la licencia literaria otra perspectiva, quizá más íntima y humana, de los dramas y esperanzas propios de las personas que migran y de los familiares que se quedan. El texto tiene un gran valor humano. Si bien hay una bibliografía consistente en lo que respecta al tema de la migración, ya sea literaria o académica, son escasas estas perspectivas, de ahí su originalidad y pertinencia. El color de la ausencia es una novela para las personas que viven la migración; para los investigadores, pues aporta perspectivas más ligadas a lo cualitativo; para los estudiantes de los cursos donde se aborde este tipo de temática, pero sobre todo para los lectores de literatura, sin más, sin apellidos.

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