Rúbricas Número Especial

10 Otoño 2012 Como parte de las actividades de la Comisión organizadora de la Campaña Universitaria 2012, se desarrolló y aplicó una encuesta en la comunidad universitaria que tuvo como finalidad conocer la percepción de la violencia y de la situación del país al interior de la Universidad.1 Si bien el estado de Puebla se considera todavía un oasis en medio de estados con severos problemas de violencia a causa del narcotráfico –Morelos, Veracruz y Guerrero, principalmente–, sus pobladores y en particular los estudiantes no están exentos de padecer situaciones que ponen en riesgo su integridad y sus posibilidades de desarrollo. Una de las razones fundamentales es el alto porcentaje de estudiantes provenientes de los estados del centro oriente y suroeste del país, quienes en varios casos han migrado a Puebla como opción para tener una vida más segura y “tranquila”, una vez que en sus estados de origen los han amenazado de secuestro, o bien, sus familiares cercanos han sido víctimas de extorsión, secuestro o incluso asesinato. Este es el abismo al que los jóvenes se enfrentan hoy: la violencia que todo lo rompe, todo lo ensucia y todo lo invade, tal como si fuera un hoyo negro que nos va robando nuestras garantías paso a paso. La primera cifra sorprendente en los resultados de las encuestas fue que 48% de los encuestados han sido víctimas de algún delito en un plazo de un año. La mayoría de ellos no realizaron denuncia ante ninguna instancia y únicamente cerca del 25% presentaron denuncia formal ante el ministerio público y la policía estatal, sin embargo, casi el 75% de quienes denunciaron manifiestan haber recibido mal trato y retraso en sus procesos y denuncias y, además, por supuesto, no haber recibido ningún tipo de compensación del daño o ayuda. Únicamente el 8% de los jóvenes que acudieron a denunciar manifiestan haber recibido atención adecuada y haber recibido justicia expedita en su caso. Sin embargo, el haber sido víctimas de algún delito no es la única preocupación que aqueja a la población universitaria, sino el altísimo porcentaje de casos que se conocen sobre delitos cometidos contra personas que pertenecen a su familia, su círculo de amigos o compañeros universitarios. Una de las cifras más fuertes dentro de los resultados de la encuesta fue que el 92% de los jóvenes encuestados conocen a alguna persona que fue víctima de un delito en el último año. Esto refleja que los jóvenes se sienten envueltos en un ambiente de inseguridad y de poca protección por parte de las autoridades, pues gente cercana a ellos ha sido víctima de algún delito, desde el más común que manifiestan como el robo a transeúnte o a casa habitación, hasta extorsión, secuestro y homicidio. Esta percepción del entorno no mejora con la presencia de retenes y operativos, pues existe un alto grado de desconfianza de la población a partir de los retenes y operativos ilegítimos que lejos de garantizar la seguridad, exponen a los automovilistas a un atraco mayor. Sobre los operativos implementados en el estado de Puebla, que se han dado a conocer públicamente como el “blindaje” del estado ante la creciente violencia que se vive en estados aledaños, los estudiantes tienen las siguientes percepciones: el 53% de ellos dice haber visto más militares circulando por las calles y más operativos policiacos; el 25% refiere que lo más sobresaliente es el incremento de participación ciudadana en la seguridad, principalmente en operativos como “vecino vigilante”, las uniones de locatarios e incluso algunos planes de contingencia que tienen entre familiares o amigos para comunicarse en caso de algún problema. Mientras los gobiernos de los estados y el gobierno de Felipe Calderón Hinojosa saturan los medios de comunicación con mensajes sobre los “logros” de la guerra contra el narcotráfico y se jactan de la realización de eventos en pro de la humanización de la policía y el abatimiento de la corrupción en las instancias responsables de otorgar justicia, únicamente el 3% de los encuestados manifiesta que hay mayor profesionalización de la policía y una reforma integral del sistema de justicia. Ciertamente los programas plantean un cambio en la concepción de los cuerpos policiacos, pero esto se encuentra en etapa de planeación y en incipientes planes de ejecución que pocos resultados garantizan en este momento a la sociedad civil y que es percibido de esta manera por los jóvenes universitarios, quienes en algunos casos comparten la percepción de que la presencia del ejército y de retenes en las calles, lejos de hacerlos sentir más seguros, les produce un sentimiento de acoso por parte de las autoridades. Algunos de ellos comparten que aún cuando han tenido plena disposición de cooperar en los retenes y en las revisiones, han sido víctimas de la violación de sus derechos –vejaciones, insultos, malos tratos, robo de alguna pertenencia, entre otros–, aún tratándose de retenes legales operados por policías estatales o federales. Pareciera que la línea divisoria entre autoridades y criminales es tan fina que en varios casos se difumina y desaparece. Entre los jóvenes encuestados hubo más de uno que se atrevió a compartir sus experiencias relacionadas con el crimen organizado y la falta de seguridad y justicia. Entre ellas destaca una alumna proveniente de Guerrero, quien al momento de ser encuestada señaló que tenía más de tres meses sin ir a su casa a ver a su familia, pues su papá –empresario acapulqueño– había recibido varias amenazas de secuestro contra él y sus hijos si no otorgaba una cantidad determinada de dinero a una organización criminal que opera en ese estado. El padre de esta alumna denunció ante las autoridades guerrerenses la situación, pero lejos de obtener una respuesta favorable o en pro de la seguridad de su familia, a partir de la denuncia fue objeto de más amenazas, razón por la cual tuvo que enviar a su esposa y sus dos hijos a Puebla y al Distrito Federal para garantizar su seguridad mientras él sigue trabajando en el puerto de Acapulco. ¿Es esta la visión que queremos tener sobre la seguridad de nuestras familias? No lo creo. Desde 2006 hasta la fecha han desaparecido miles de jóvenes y miles de padres de familia que un día salieron de sus casas para no volver. Tal como lo dice el desgarrador poema de María Rivera “Los Muertos”, existen miles

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