

-Bien, ése es el requisito -Naron soltó una risita-. Sus naves sondearán pronto el espacio y
se pondrán en contacto con la Federación.
-En realidad, señor -dijo el mensajero con renuencia-, los observadores nos comunican que
todavía no han penetrado en el espacio.
Naron se quedó atónito.
-¿Ni poco ni mucho? ¿No tienen siquiera una estación espacial?
-Todavía no, señor.
-Pero si poseen la energía termonuclear, ¿dónde realizan las pruebas y las explosiones?
-En su propio planeta, señor.
Naron se irguió en sus seis metros de estatura y tronó:
-¿En su propio planeta?
-Sí, señor.
Con gesto pausado, Naron sacó la pluma y tachó con una raya la última anotación en el libro
pequeño. Era un hecho sin precedentes; pero es que Naron era muy sabio y capaz de ver lo
inevitable, como nadie, en la galaxia.
-¡Asnos estúpidos! -murmuró.
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