Raúl Dorra
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escritura. En particular, Esquilo afirmará —en
La euménides—
que los
hechos de los hombres perduran registrados en el Hades mientras que
en
Las suplicantes
dirá que las leyes morales están escritas en un códi-
go de justicia. Por su parte, Eurípides adelantará una metáfora que mu-
chos siglos después explotarían los poetas románticos: el corazón —dirá
en
Las troyanas
—
es un rollo de papiro que se desenrolla sin pausa.
Pero el mismo Platón —en el
Teeteto—
comparará al alma con una
tabla encerada en la cual se graban los signos de las cosas, comparación
que retomará Aristóteles —en
Del alma—
para decir que antes de diri-
girse al objeto de conocimiento el espíritu «es como una tabla en la que
realmente no hay nada escrito», lo que a su vez explotará más tarde la
filosofía escolástica al describir la conciencia inicial como una
tábula rasa.
La idea de que el libro es una entidad mitológica, un hecho sagrado
y total, idea que sigue siendo familiar para el hombre contemporáneo,
proviene en realidad de la cultura hebrea a través del cristianismo. Para
el pueblo hebreo, el Pueblo elegido de Dios, toda palabra se remonta a
Yahweh. Ella es el lugar de la revelación y el instrumento de mando. En
principio, la cultura hebrea parece no reconocer una diferencia esencial
entre la palabra hablada y la palabra escrita, pues Dios se sirvió de la
primera para ordenar la creación del mundo, y de la segunda para reve-
lar sus obras. Del mismo modo, en su comunicación con los hombres
Dios utilizó tanto la voz del profeta como los signos trazados por la mano
del escriba. Pero aunque esto fuera así, es sin embargo el Libro, la
Escritura, lo que está en el origen de la cultura hebrea como garantía de
una alianza indestructible entre Dios y los hombres. Como sabemos,
esta alianza estuvo mediada por la poderosa figura de Moisés, profeta y
escriba, además de legislador y caudillo de las doce tribus de Israel.
Según el libro del
Éxodo
su oficio de profeta estaba perturbado por una
particularidad cuyo valor simbólico no debe ser desestimado: Moisés