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El libro y sus símbolos
sirvió Esdras en sus trascendentales decisiones acerca de la fijación de
los caracteres, de la selección de los instrumentos escriturarios, de la
anotación de los sonidos vocálicos y de los acentos de intensidad, de la
separación de los párrafos, de la división de los capítulos, de la compe-
tencia de las traducciones, de las disposiciones para la lectura, etc. A
esta tarea de piedad y erudición verdaderamente gigantesca me he re-
ferido en un ensayo
—El Libro y el Espíritu—
y por lo tanto no volveré
sobre ella. Sólo diré que aunque el trabajo de los escribas siguió desarro-
llándose a lo largo de los siglos, la iniciativa de Esdras alcanzó en su
momento para una organización completa de la liturgia del libro: se deci-
dió la versión más autorizada, se legisló sobre el
targum,
o sea la traduc-
ción aramea de la escritura hebrea a fin de que el pueblo, que no entendía
el hebreo sino el arameo, pudiera seguir la lectura, se dividió el texto en
secciones, se prescribió que la lectura debía hacerse en las reuniones
sabáticas, sección por sección, para que en un ciclo de tres años el Libro
estuviera leído de manera completa. Así, sábado a sábado, dentro de
una sinagoga repleta de fieles, después de los cánticos y de la acción de
gracias, un hombre de ademanes solemnes y vestiduras de lino abría un
armario de fragante cedro y sacaba un rollo de papiro o pergamino y se
lo entregaba a otro que desde un estrado comenzaba a desenrollarlo
para dar, en voz alta y grave, forma sonora a los caracteres hebreos,
deteniéndose después de entonar cada versículo a fin de que un tercer
hombre, desde un escalón más bajo y también con voz más baja y rústi-
ca, volcara al arameo lo que acababa de oír en aquella lengua santa,
pero lo hiciera sin ningún rollo en la mano, entregado sólo a la memoria
oral pues la lengua que él hablaba no era digna de ser fijada por la
escritura. Cuando se piensa en esta impresionante ceremonia es fácil
imaginar cómo la sensibilidad y la imaginación de aquellos hombres, cómo
todo su horizonte espiritual estaba dominado por la forma del Libro.