Mardonio Morales E.
SJ
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participativo, que podía llevar a la actitud subjetiva sujeta a influencias
externas que acabaran por destruirla.
Partiendo del signo aceptado, el Diaconado y las comunidades fue-
ron poniendo en práctica sus mecanismos propios para que esta nueva
figura estuviera y se desarrollara dentro de los mecanismos comunita-
rios y participativos, que tienen como expresión el «acuerdo comunita-
rio». No es un cacique, una autoridad excluyente, sino un servidor. No
es un escogido, un separado de los demás, sino que es un llamado a
velar por el bien de todos.
Las comunidades más apartadas y necesitadas de atención pasto-
ral fueron las que abrieron el horizonte. Poco a poco, en el curso de seis
años, fueron viviendo la práctica del prediaconado y avanzando ellos
solos, guiados por su genio comunitario, en la consolidación de esta figu-
ra que se fue encarnando en su cultura. Pedían a su obispo que aumenta-
ra el número de candidatos al Diaconado y que diera la ordenación a los
que ya tenían el tiempo y la experiencia exigida en el primer proyecto.
10. La nueva etapa
Don Samuel se trasladó a esas comunidades ubicadas en las espesuras
de la selva. Corría marzo de 1981. Cada comunidad presentó sus candi-
datos: el prediácono y su mujer, el Principal y su mujer. El obispo hizo la
investigación pertinente para dar «el cargo» a los escogidos. Terminado
el diálogo, los Principales cuestionaron al obispo. «Tenemos en la región
a varios prediáconos que recibieron su nombramiento hace ya seis años,
dijeron. Según el acuerdo, a los cinco años como máximo se debía hacer
una evaluación. La estamos esperando para que reciban el diaconado
en caso positivo.» Don Samuel les preguntó: «¿ya tienen su propia eva-
luación?» «Sí, respondieron, ya sabemos quién puede recibir el Diaconado
y quién no.» En ese momento don Samuel hizo públicamente la evalua-