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Óscar D. Soto Badillo
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El texto de Netzahualcóyotl López Flores, referido también a
Aguascalientes, destaca las lógicas urbanísticas que han orientado el
crecimiento de la ciudad cuyas modalidades siguen la transformación de
los modelos urbanos que sistematizan planes e intervenciones ajustados
a la lógica de capital y que imponen formas difusas y desagregadas en el
desarrollo de la ciudad.
Dos artículos se aventuran al análisis de la producción cultural como
factor de configuración de la identidad urbana: el de Luis González Are-
nal, que de la mano del concepto de
lo
cool
indaga en estilos de vida y
asentamiento en el caso de colonias emblemáticas como las Condesas
en el
DF
y el de José Valderrama que se pregunta por el papel del arte en
la producción de identidad y arraigo, vale decir, como factor de puesta
en valor del espacio público a través de la resignificación de espacios
específicos.
Por su parte, Juan Luis de las Rivas, en un artículo esclarecedor,
nos advierte de las dificultades que hay que sortear para alcanzar el
objetivo de un ecosistema urbano sano como resultado de un urbanismo
sostenible sustentado en la eficiencia económica, la conservación de
recursos naturales y la equidad social. Pensar la ciudad como ecosistema,
defender un urbanismo sostenible, hablar de ciudades sanas, nos advier-
te, «sólo tiene sentido si confiamos en la voluntad
de nuestra sociedad
para comprender y para actuar.» Y esto está determinado no sólo por los
condicionamientos ambientales y las posibilidades técnicas, sino sobre
todo por la índole de las conductas dominantes y los estilos de vida que
enfaticen las necesidades colectivas y no sólo los deseos individuales.
Virginia Cabrera, en el análisis del caso del diseño urbano contem-
poráneo de la ciudad de Puebla, en el que parece prevalecer un discurso
orientado a hacer de la ciudad un espacio «global», y María Castrillo,
desde una perspectiva teórica más general, nos introducen al debate