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Levadura humanizadora
cuales la Compañía se dedicaba a la educación superior. Entre ellas des-
taca facilitar a los estudiantes los medios para desenvolverse en la vida y
contribuir al recto gobierno de los asuntos públicos (cfr. Kolvenbach, 2001).
Cuatro siglos después, a la luz del principio ignaciano de «acomo-
darse a los lugares y tiempos y personas», la Congregación General
número 32 perfiló dos grandes directrices en el trabajo intelectual: el
servicio de la fe y la promoción de la justicia. Tan medular resultó esta
unión entre fe y justicia que, recuerda el Prepósito General de la Com-
pañía de Jesús en su conferencia sobre el compromiso de la educación
superior con la justicia en el vigésimo quinto aniversario de la
CG
32,
habría de convertirse en «el factor integrador de todos los ministerios»
(Kolvenbach, 2001: 39). Entendiendo por «servicio de la fe» la procla-
mación en el mundo del don contracultural de Cristo, y por «promoción
de la justicia» una respuesta concreta a favor del pobre desde una valiente
opción personal, en términos de justicia social y, a la vez, evangélica.
Presentes estos ideales, la educación superior de la Compañía en
América ha dirigido todo su peso a la formación de la «persona comple-
ta»; esto es, una formación no sólo intelectual, profesional, psicológica,
moral y espiritual, sino además con una conciencia instruida en la socie-
dad para educar a la persona en solidaridad con el mundo; enfatizando
que esta última sólo se aprende por medio del contacto, por lo que ha de
sentirse el mundo para después pensarlo críticamente y comprometerse
con él. En este proceso, la enseñanza y la investigación deben entender-
se como caminos de búsqueda perseverante de la verdad, de apertura al
diálogo, de interdisciplinariedad y de compromiso social. Puesto que el
conocimiento no puede ser ajeno a las problemáticas que interpelan aten-
ción, ineludiblemente es un servicio a la sociedad; y la universidad, im-
primió Ignacio Ellacuría, es una fuerza social destinada a transformar la
realidad (cfr. Kolvenbach, 2001).