Jorge Martínez Sánchez
47
qué sucede y qué podría o debería suceder, clasificamos y relaciona-
mos los datos de la situación y otros que consideramos importantes; nos
preguntamos por las implicaciones de modificar unos u otros de los da-
tos, hasta que entendemos la situación e identificamos posibles acciones
alternativas. Si sopesamos cada una por su coherencia con nuestros
valores, sentimientos y costumbres, nuevamente, al ver sus posibles
implicaciones, valoramos una de ellas como la más conveniente, la me-
jor, la correcta. Verificamos que hemos comprendido bien, que efectiva-
mente hemos valorado sin error y decidimos llevar a cabo esa acción
que consideramos la mejor.
Hemos detectado en nosotros mismos un primer conjunto de ope-
raciones, siempre realizadas para tomar una decisión razonada: la per-
cepción, la organización y relación entre los datos para lograr la
comprensión, la valoración de las posibles acciones y la verificación de
que hemos comprendido y evaluado correctamente. Estas operaciones
nos presentan la necesidad de elegir la acción que hemos valorado como
la mejor, la más adecuada, la más conveniente, la correcta o, en las
peores circunstancias, la menos mala, aquella cuyas implicaciones se-
rán lo menos funestas posible; en tales circunstancias, esa será la mejor
de las posibilidades.
Como hemos mencionado, no siempre encontramos la posibilidad
de llevar a cabo estas operaciones de manera calmada. En muchos
casos no podemos realmente decidir, pues las circunstancias u otras
personas nos imponen una acción determinada; en muchos otros se re-
quiere de una decisión rápida, que no nos da tiempo de sopesar adecua-
damente los datos para llegar a la plena comprensión ni las posibles
implicaciones de diferentes acciones. Tampoco tenemos el espacio para
verificar que hemos entendido bien o valorado correctamente. Ante la
urgencia, nos decidimos por la acción que hasta ese momento parece