50
Hacia una pedagogía de las decisiones
Algunos sentimientos son estados de ánimo debidos a alguna ca-
rencia o, al contrario, a algún exceso. Por ejemplo, el hambre o un ma-
lestar estomacal. También emergen cuando las circunstancias, externas
e internas, son satisfactorias, cuando nos sentimos en paz, tranquilos,
precisamente sin ninguna carencia urgente. En realidad, más que senti-
mientos son sensaciones que influyen, positiva o negativamente, en nues-
tra disposición para tomar una decisión razonada: pueden facilitarla o
incluso pueden bloquearla y empujarnos a satisfacer la carencia o des-
hacernos del malestar de manera impulsiva. Aun cuando necesitamos
tomar una decisión con respecto de alguna situación que no se relaciona
con ellas, estas sensaciones afectan desde nuestra percepción inicial de
las circunstancias hasta la valoración de las acciones posibles. Si son
suficientemente intensas, alteran nuestra atención, con lo cual podemos
hacer caso omiso de algunos datos relevantes; apresuran quizá el pro-
ceso de comprensión y hacen que omitamos la verificación de nuestro
entendimiento, de manera que la evaluación de las diversas acciones
posibles resulta apresurada y sin suficiente fundamento. La decisión,
así, es culminación de un proceso sesgado o incompleto.
Otro tipo de sentimientos son los que tienen un objeto, una persona
o una situación a la cual están dirigidos. Adiferencia del hambre, está el
antojo
, por ejemplo. Sentimos hambre por falta de comida; pero tene-
mos antojo de un manjar específico. La primera se satisface con cual-
quier nutriente; el segundo sólo se satisfacerá con aquello que se desea.
Estos sentimientos son verdaderos deseos por algo o por alguien y ha-
blaremos de ellos en lo que sigue.
En última instancia, estos deseos nos impulsan en una de dos direc-
ciones: o nos hacen tender hacia lo inmediatamente agradable (o huir de
lo desagradable), ya sea en el terreno físico o el psicológico, o bien nos
orientan hacia lo que, sin contradecir necesariamente esta primera ten-