Página 12 - agosto2014

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El oficio del ciudadano
Por Fernanda Sarao Oramas, alumna de la Licenciatura en
Ciencias Políticas y Administración Pública
S
iempre he sabido que hay que escribir con esperanzas
aunque probablemente, la dichosa y abnegada “es-
peranza” sea lo más escaso que le apega a estos 120
millones de ciudadanos en el territorio mexicano. De la
puerta de mi casa a la calle es una corta distancia, pero lo que
realmente hay que acortar es la distancia que niega la responsa-
bilidad con su propio país.
“Los únicos interesados en cambiar el mundo son los pesi-
mistas, porque los optimistas están encantados con lo que hay”
José Saramago. Podríamos vivir en un mundo de pesimistas que
se le abrumara la realidad y sintieran enojo por cada injustica e
impugna no resuelta, políticos y partidos oligárquicos. Más allá
del empleo de un profesor, doctor o secretario, hay un empleo
que está ahí de lleno, tiempo completo y requiere de habilidades,
esas habilidades de informarse, concientizar y actuar.
El oficio del ciudadano, como tú, como yo, es abnegarse a
ese individualismo acentuado que nos distrae de ocuparnos de
nuestra realidad, viviendo al compás del día, caminando por la
acera sin preocuparse por el amigo de a lado o sin preocuparse
de la situación social que nos rompe el alma y nos apacigua
cada día más con tanto reformismo. No podría hablar del oficio
del ciudadano sin referir que no es más que “acción social”.
El oficio del ciudadano a mi parecer… Debería proponerse
entender que la curiosidad mueve al cuestionamiento, se vuele
compulsiva y lleva al ¿por qué? y a la acción. Ese ciudadano
debería rechazar toda filosofía sublime que reprima la acción, la
connotación y la desorientación, en el cual en su vocabulario no
exista el dichoso “por lo menos” que Denise Dresser explica, a
razón de esto, “El país de uno” es una buena guía para ser mejor
ciudadano mexicano.
El trabajo no consiste quejarse en cada esquina o en cada
puesto de periódico del “mal sistema político mexicano”, su
verdadero trabajo es conservar la esperanza dirigiéndola a una
acción que no se rinda ante la adversidad y exija justicia por con-
servar la dignidad del sistema que un día fue respetado.
Ser un buen empleado mexicano es una vocación que requie-
re compromiso, valor, romper con mediocridades, corrupción y
resistir la cooptación. En las mañanas como parte del inicio del
trabajo, el ciudadano debe informarse, comprender que la ma-
yoría de la información puede ser una media verdad y emprende-
rá la búsqueda de un medio, blog, revista, periódico que pueda
forjarle una opinión sensata, por consecuente el oficio incluye la
participación en el espacio público.
No hay que olvidar que del oficio del ciudadano nosotros lle-
vamos la batuta, el empleado senador, diputado y todo actor po-
lítico, deben rendirnos cuentas y sobretodo no hay que hacerle
olvidar que su papel no es más que el de nuestro gran trabajo.
Me encantaría que los hiciéramos sentir de una manera diferente
al papel que se siente de petulantes y dueños de nuestra ruina
causada por ellos. Aterrizarlos de esa metamorfosis psicológica
que el poder les causa.
Ponerse en los zapatos de los demás, es una parte fundamen-
tal, hacer del sentir ajeno como tuyo, se entendería y le haría
frente al dolor de los padres de la Guardería ABC, al sentir del
maestro Toledo por defender lo natural de los transgénico, el
sentir nacionalista de defender la materia energética, las muer-
tas de Juárez, el reto del narcotráfico y la represión en el tema
de telecomunicaciones, etc. Sin embargo, si hacemos participes
en cualquier sentir, las peticiones no quedarían en el zócalo de
la ciudad o en Av. Reforma, ni en el Ángel de la Independencia.
Solo es cuestión de tomarnos en serio el oficio del ciudadano,
hay muchas cosas que quedan por defender y una de ellas es
la dignidad del ciudadano mexicano, no está perdida, solo anda
de incognito.
Ilustración: Edith Hernández Durana