Página 13 - enero2014

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formando el
mosaico
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Cuando hablamos de poder, generalmente solemos relacionarlo con factores
económicos opulentos, con el mando de multitudes, con una posición política enalte-
cida, con el clero, con el ejercicio militar y con los medios masivos de comunicación;
poder es sinónimo de fuerza, capacidad y dominio.
El tiempo tiene muchas caras y medidas, es un elemento que siempre está presente
en la existencia del ser humano marcando momentos específicos y descartando todo lo
demás.
Si piensas en los momentos que no quieres olvidar serían esos pequeños detalles de
las personas que te rodeaban, el lugar en el que te encontrabas, las luces, las emociones
que se desencadenaban y los pensamientos que te hubiese gustado guardar en una caja
para volverlos a vivir.
Hace algún tiempo, durante una charla muy amena en la cafetería de la Universidad,
una amiga me contó la historia de Bernardo y su reloj, un chico que siempre llegaba
tarde a todos lados hasta que un cartero le regaló un reloj mágico que podía detener el
tiempo; estaría súper, le dije, pues a quién no le gustaría hacerlo a mitad de un examen
de economía o historia, o para corregir los pequeños errores que cometemos día con día.
Yo les diré que a mí sin duda alguna me vendría bien uno, pero déjenme decirles que
si existen maneras de detenerlo, no de forma cuantitativa pero sí tradicional: haciendo
lo que te gusta con amigos o aburriéndote en clase de matemáticas, lo que importa es
disfrutar el momento. Todo lo guardas en tu memoria para saborearlo cuando regresas
tu reloj del tiempo.
Así en las fotografías, los instantes que son más importantes se congelan en un solo
recuerdo que puedes ver impreso en una imagen y cada vez que la miras una historia
pasa ante tus ojos, esa historia fue la que capturaste en algún lugar del tiempo cuando
detuviste tu reloj, disfrutando.
En algún lugar
Por Ana Patricia García Ibargüen, alumna de la Licenciatura en Relaciones
Internacionales
Cruzando el río, esa curva que limita tu carisma
Que provoca a veces que tu tiempo se termine,
y se borre tu sonrisa.
Subiendo peldaños
Hermano de la esquina, del tren de madrugada.
Tú, que esperas mi catarsis, esgrimiendo la miseria
Que transgredes mi ventana
Desgracia mía.
El tiempo no pasa por tus ojos, no pasará por tus manos
que sujetan…
La baranda y la caída.
Nos desvanecemos
sin embargo
Por Anibal Orozco, alumno de la Licenciatura en Relaciones Internacionales
Tú, eres cruz
Tú, eres carne
Tú, que no tienes cama
Los pilares del mundo
Que se resquebraja en aspereza, manos sin bolsillo
Tienes sangre en la camisa y nos desvanecemos.
Sin desenvainar palabra alguna
Y sin percatarnos, el advenimiento del silencio.
Nos fuimos sin embargo invisibles
Desvariando en el exilio
Y llovieron manecillas y mancuernas.
Para no mirar de nuevo
Abrazamos la ceguera.