Página 8-9 - junio2013

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central [ 8 ]
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uso natural y su importancia agrícola y acuífera fue reconocida
en diversos estudios donde se estableció que su aptitud como
material de cultivo planeaba rendimientos que podían ir de mo-
derados hasta altos, además de sus condiciones de alta per-
meabilidad, lo que implicaba una alta filtración de las aguas de
lluvia. Desde la perspectiva de este antecedente resulta evidente
el por qué las lluvias se limitan a inundar las calles y no rinden
beneficios en cuanto al abastecimiento.
Como alternativa a esta forma de depredación y en la bús-
queda de recuperar una ciudad a escala de la persona -donde el
automóvil pase a un plano secundario-, actualmente se supone
la posibilidad de intervenir sobre aquellos terrenos que la dis-
persión urbana ha ido dejando atrás como consecuencia de la
migración, espacios -todos ellos- de carácter vacante, que se
pueden caracterizar como islas interiores vaciadas de actividad,
olvidos y restos que permanecen fuera de una dinámica urbana;
son zonas simplemente des-habitadas, in-seguras, in-producti-
vas, lugares extraños al sistema urbano, exteriores mentales en
el interior físico de la ciudad que aparecen como contraimagen
de la misma
3
, espacios llenos de posibilidades para poder desa-
rrollar en ellos una regeneración urbana integral.
1
«La denominada “huella ecológica” mide la superficie natural necesaria para
producir recursos que demanda una ciudad determinada. Los datos derivados
de este concepto demuestran que, hoy en día, ninguna ciudad es sostenible en
sí misma». García Vázquez, Carlos.
Ciudad Hojaldre: Visiones Urbanas del Siglo
XXI
. Gustavo Gili, Barcelona, 2004. p. 91.
2
Ídem.
3
De estos términos se sirve de Solà-Morales para explicar el concepto de
te-
rrain vague
en el texto de Solà-Morales, Ignasi.
Territorios
. Gustavo Gili, Barce-
lona, 2002. p. 188.
Ilustración: Edith Hernández Durana
La ciudad se ha ido alejando poco a poco de la capacidad
de autosostenerse, volviéndose cada vez más dependiente de
contextos ajenos a ella para sobrevivir -requiriendo de modo ne-
cesario de la provincia (pro - vedere) es decir la que provee (la que
ve en favor de la ciudad)-, los contextos urbanos se transforman
tan solo en consumidores de recursos, en los entes menos sos-
tenibles, marcando tras de sí una profunda “huella ecológica”
1
.
«Desde el discurso de la sostenibilidad -afirma el arquitecto
Carlos García Velázquez- la ciudad es un ecosistema que consu-
me recursos y genera residuos, un organismo vivo interrelaciona-
do con el territorio que lo rodea a escala regional como global»
2
.
El convencimiento de lo anterior debería colocar a la urbe en la
mira continua del trabajo de la gente dedicada al cuidado de los
ecosistemas, subrayándose a la sostenibilidad como el sopor-
te principal del modo en que se interviene en ella, sin embargo
-como una especiE de maldición- las políticas dominantes basa-
das en el gran capital, conducen sus estrategias de desarrollo en
un sentido completamente opuesto.
Como alternativa al papel central que siempre tuvo el Estado,
de manera paulatina se ha ido estableciendo un modelo que par-
te de la idea de que éste debe reducir su protagonismo, dejando
que las fuerzas del mercado determinen el funcionamiento más
eficiente de una ciudad: la ciudad de la oferta y la demanda.
Este fenómeno puede conducir a que, dada la especulación
que se induce en la búsqueda de beneficio económico, se acabe
excluyendo a buena parte de la población por no poder acceder
a ese mercado. La ciudad de la oferta y la demanda es la ciudad
del
laissez faire,
del “todo se vale” mientras haya un cliente dis-
puesto a adquirir ese producto, en otras palabras, la ciudad, de
tener un carácter público, se transforma en un producto, abierta
sólo para quien puede acceder económicamente a ella.
La estrategia empresarial se ha conducido a través de la bús-
queda de nuevos lugares, modelando los límites y la morfolo-
gía urbana de la ciudad. Su expresión en términos espaciales
ha sido un movimiento poblacional según el nivel de ingreso en
ciertos espacios periféricos urbanos devorando el territorio, de-
mandando infraestructura viaria a conveniencia del transporte
individualizado.
Actualmente, la dispersión a las zonas periurbanas quiere ser
justificada en razón de posibilitar la creación de conjuntos resi-
denciales cerrados por enromes bardas -especie de burbujas de
aislamiento- que permiten a sus habitantes vivir ajenos a los “pe-
ligros de la ciudad abierta”; no obstante, la depredación territorial
que esto está ocasionando, hace evidente la necesidad de que se
busquen diferentes alternativas a ese tipo de desarrollo urbano.
En la ciudad de Puebla el devoramiento del territorio tiene su
más claro ejemplo en el modo en que se hizo uso de la reserva
territorial Atlixcáyotl, donde la vocación edafológica de la zona
distaba mucho de ser la ideal para la edificación, de hecho su
La ciudad de la
oferta VS
la ciudad
sostenible
Por Arq. Eduardo Funes Cacho, académico del
Departamento de Arte, Diseño y Arquitectura
E
n la escuela francesa de los Annales se encuentran las
pri-
meras investigaciones que incorporaron el análisis ambiental
a la historia. Uno de los ejemplos más acabados lo constituye
el libro
Historia del clima después del año mil
de Emmanuel Le
Roy Ladurie, quien intenta mostrar cuáles fueron los cambios climáti-
cos que se generaron en Europa desde el siglo XII hasta el siglo XIX.
No obstante, la historia ambiental, como disciplina, apareció en la his-
toriografía norteamericana en la década de 1960, década en la que se
gestaron diversos movimientos ambientales que cuestionaban la ma-
nera en la que el hombre se relacionaba con el ambiente, y las funestas
consecuencias que traería consigo el desigual desarrollo económico y
la polarización social. Así, la historia ambiental surgió en una etapa de
profundas reformas culturales y de intensas movilizaciones sociales.
En las décadas de 1980 y 1990, la historia ambiental abandonó, en
parte, la directriz conservacionista que la caracterizaba para enfatizar
el estudio de los cambios ambientales y las repercusiones que éstos
habían generado en la sociedad. En este sentido, se propone estudiar
sociedades históricas concretas para conocer el comportamiento que
tienen respecto a la naturaleza, además de que busca integrar al me-
dio ambiente como un actor del proceso, es decir, la naturaleza deja
de ser consideraba el escenario físico o una fuente de recursos para
convertirse en una de las protagonistas de la historia.
Esteenfoqueabandonael dualismohombre-naturaleza, puesnosólo
se busca entender a la naturaleza y al hombre en su devenir histórico,
Por Dr. Rogelio Jiménez Marce, académico del
Programa Interdisciplinario en Medio Ambiente
sino también la interrelación que establecen. El desarrollo histórico no
se circunscribe únicamente a lo humano y el espacio natural no se limita
a las relaciones biológicas, sino que se encuentran determinados por
procesos políticos, sociales y económicos que tienen consecuencias
en la ocupación espacial y de recursos naturales. Las significaciones
y simbolismos de la naturaleza son tan dinámicos y cambiantes como
las identidades que las sociedades construyen para sí. Al no existir
significados fijos e inmutables, los estudios deben tratar de entender
las diferentes maneras de significar la naturaleza en tiempos y lugares
variados, es decir, se debe entender que la definición de la naturaleza
es un producto cultural. De acuerdo con lo anterior, el campo de estudio
de la historia ambiental opera en tres niveles: el de la estructura del
medio biogeofísico natural en que se desarrollan las interacciones de
las sociedades humanas (ecosistema); el de la tecnología productiva
que utiliza un determinado grupo y la interacción que establece con el
ambiente (agroecosistema); y el de las expresiones de la experiencia
histórica que se manifiestan en la cultura, los valores, las normas, las
conductas y las decisiones institucionales respecto a la naturaleza.
El enfoque de la historia ambiental resulta relevante en tanto
permite mostrar la manera en la que se han generado modificaciones
en el entorno y de qué manera el hombre ha contribuido a ellas.
La problemática ambiental no se puede estudiar sólo desde una
perspectiva presentista, es decir, pensando en el aquí y el ahora, sino
que es necesario tratar de entender cuáles han sido los factores que
han generado la degradación, pero también de qué manera hemos
logrado subsistir a los grandes cambios climáticos en el pasado. Brian
Fagan, un antropólogo e historiador del clima, muestra en libros como
La pequeña edad del hielo
y
El gran calentamiento
que el estudio
de la historia puede darnos claves para entender la forma en que
sobrevivieron sociedades sin un alto nivel de especialización. En una
época en la que la tecnología parece definir nuestra forma de vida,
piénsese tan sólo lo que pasó en Nueva York tras el paso del huracán
Sandy cuando la población se quejaba de no tener electricidad para
sus calefactores, nos cuesta trabajo entender que la humanidad,
en realidad solo la más industrializada, ha gozado de los privilegios
científicos en los últimos 100 años. Nuestramemoria histórica respecto
a nuestra relación con el ambiente sigue siendo corta.
Naturaleza e historia:
una nueva manera de
mirar el pasado
Ilustración: Edith Hernández Durana