Página 10-11 - junio2013

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Distopías ambientales
Por Víctor Roberto Carrancá de la Mora, alumno de la
Maestría en Letras Iberoamericanas
L
a ciencia ficción, dentro de todas sus expresiones artísti-
cas, se muestra como un espejo de los temores sociales,
el desengaño político y, por supuesto, de la suspicacia
que generan los avances tecnológicos. No es extraño que
la llamada “Edad de oro” de la Sci Fi surgiera a la par de la Se-
gunda Gran Guerra y que su legado, tanto literario como fílmico,
proyecte estos miedos a través de situaciones ficcionales es-
pecíficas: las invasiones alienígenas (War of the Worlds, Byron
Haskin, 1953), el apocalipsis nuclear (Day the World Ended, Ro-
ger Corman, 1955) o el encuentro con la otredad (Invasion of the
Body Snatchers, Don Siegel, 1956), son temas que reflejan una
realidad fantasmática creada por una paranoia creciente.
Las llamadas novelas distópicas, instituidas por autores tan
destacables como Aldous Huxley, George Orwell o Ray Bradbury
trasladaron los postulados más adustos del comunismo y los
convirtieron en futuros devastados por la restricción del indivi-
dualismo y la libertad personal.
Por supuesto, el miedo evoluciona y con él, surgieron las visiones
postapocalípticas donde los avances medicinales -o la beligerancia
bacteriológica- permitieron vencer a la muerte para extraer, de las
tumbas podridas, a los conocidos -y hoy, demasiado populariza-
dos- zombies que llevan amenazando a nuestros cerebros desde
que George A. Romero los convirtió en un producto cinematográfico.
Esto sólo puede implicar una cosa: nada más temible que el futu-
ro del ser humano. El sueño modernista de que el progreso social,
el desarrollo de las ciencias duras y la constante restructuración
del Estado consagrarán, eventualmente, un mundo feliz -distinto,
por supuesto, al imaginado por Huxley- es un postulado debatible.
Por el contrario, hoy los temas más ríspidos de la Sci Fi se
retoman -incluso, se extrapolan- con la finalidad de revalorizar
un entorno que, día con día, se deteriora. A diferencia de las
intrusiones extraterrestres, de la posibilidad de vernos atacados
por insectos gigantes, mutantes radioactivos, manchas vora-
ces o, como en los dulces noventas, por payasos alienígenas
asesinos, nos percatamos de que la amenaza del fin del mundo
está ligada al derroche impensado de los recursos naturales, la
contravención de las normas básicas de ética ambiental y la co-
rruptibilidad del ecosistema; todo, por el crecimiento económico
desaforado de –desgraciadamente- ciertas potencias.
Uno de los ejemplos más certeros -quizá por su proximidad-
es la llamada “Era del postpetróleo”
1
. El término Peak oil designa
el momento en donde la producción de petróleo, al haber alcan-
zado su máximo potencial, no podrá volver a generar la misma
cantidad en ningún punto en el tiempo
2
. La economía global, por
obvias razones, sufrirá una restructuración de la misma manera
que el uso de productos tan básicos como el gas licuado y la
gasolina estarán sujetos a las más estrictas restricciones de co-
mercialización. El filme de culto Mad Max (George Miller, 1979),
es un claro ejemplo de un mundo distópico donde la carencia
de recursos petroquímicos transforma a la humanidad al grado
de que el crimen se convierte en un síntoma de la avería social.
Sabemos que la ciencia ha acudido a medios alternos de pro-
ducción de energía; sin embargo, esto no implica que, a la par
del Peak oil, otros recursos comiencen a agotarse o, incluso,
que otras amenazas ambientales susciten antes del declive de la
industria petroquímica. Soylent Green (Richard Fleischer, 1973),
establece un futuro en el cual la producción de alimentos natu-
rales se ha visto mermada por el efecto invernadero. La sobre-
población y el hambre, son las premisas de este filme donde
los neoyorkinos son alimentados en las calles por una compa-
ñía que anuncia la aparición de un nuevo producto: el Soylent
Green. Robert Thorn, interpretado por Charlton Heston, es el po-
licía que protagoniza esta película donde el asesinato de uno de
los accionistas de la empresa lo lleva a descubrir la verdadera y
suculenta naturaleza de este novedoso producto -la cual, afor-
tunadamente, no será objeto de spoiler en el presente artículo-.
Sin duda, resulta interesante ver que la mayoría de las visio-
nes postapocalípticas eligen al Primer Mundo -llámese Europa o
Norteamérica- para situar a la “muerte de la modernidad”. Sus
perspectivas son, sin duda, métodos de inversión donde lo sub-
alterno se manifiesta en estas “sociedades perfectas” que se
agotaron en la idealización de un desarrollo económico que cre-
ció a la par del Poscolonialismo. 12 Monkeys (Terry Gilliam, 1995)
nos presenta una humanidad obligada a vivir bajo tierra a causa
de un virus mortal. Los convictos son enviados al pasado con el
fin de “recolectar información” sobre el Ejército de los 12 Monos,
una agrupación que lucha por los derechos de los animales y
en contra del consumismo desaforado. Lo destacable de esta
visión futurista, es ver a los seres humanos -particularmente, a
los ciudadanos de Filadelfia- recluidos en alcantarillas como ra-
tas mientras que los animales, al no haber sido afectados por el
agente patológico, marchan libremente sobre la superficie.
Lo cierto es que, tal como se anunciaba en The Time Machine
(Simon Wells, 2002), “el futuro es ahora”. Caminamos de punti-
tas sobre una capa de hielo que ha comenzado a resquebrajar-
se. La principal amenaza -por supuesto, después del propio ser
humano- es nuestro medio ambiente. La Madre Naturaleza hoy
se levanta como una Lilith fastidiada de verse sometida a la vo-
luntad del otro. La consecuencia es la rebelión y, posteriormente,
su venganza. Ella es silenciosa, sin duda. Como un asesino que
entra sigilosamente en nuestra alcoba para deslizarse, como una
serpiente, hasta el lecho en el que dormimos. Ahí rodeará nues-
tro cuello con esas dulces y aparentemente inofensivas manos,
para presentarnos a una muerte que nos llevará antes de que
podamos, tan siquiera, despertar.
1
Tanta especulación ha causado este panorama, que hoy existen libros como
The Post-Petroleum Survival Guide and Cookbook, de Albert Bates, en don-
de se compilan una serie de recetas culinarias para un mundo en decadencia,
prescindiendo de los instrumentos básicos de la cocina y adaptándose a nue-
vas reglas para la conservación de los alimentos. También contiene indicacio-
nes de primeros auxilios, medicina herbolaria básica y consejos para fundar
nuevas y exitosas comunas hippies.
2
Véase el documental Oil, Smoke and Mirrors.
Maricarmen Selem Ceja, alumna de la Licenciatura en Arquitectura
Por Fernanda Sarao Oramas,
alumna de la Licenciatura en Ciencias Políticas y
Administración Pública
Siempre hemos pensado que el mayor asesino de seres hu-
manos es el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA),
por desgracia esta enfermedad ya no ocupa el primer lugar, a
pesar de que mata 1.7 millones de personas al año. El aire con-
taminado es incluso más mortal que el propio SIDA, con una
gigantesca cantidad de 6.3 millones de muertes al año.
Al indagar más acerca del deterioro del medio ambiente, nos
damos cuenta que no todo concluye ahí. De acuerdo con un re-
porte dado a conocer recientemente por la organización interna-
cional DARA, más de 100 millones de personas morirán de aquí
al 2030 si la humanidad no toma medidas serias para detener el
tan polémico cambio climático.
Es sin duda, irrefutable el daño que hemos causado al plane-
ta. Me asusta pensar que de acuerdo con predicciones compu-
tacionales generadas por el gobierno de Estados Unidos, una
“breve” guerra nuclear podría favorecer la detonación de un in-
édito enfriamiento de la temperatura en nuestro planeta, y con
ello revertir la hipermediatizada y supuesta amenaza conocida
como calentamiento global.
Hoy en día existen propuestas para disminuir las acciones
agresivas contra el medio ambiente, por ejemplo en la capital de
Noruega, la ciudad de Oslo, no ven a la basura como producto
desechable, esta ciudad la produce y la importa. Para Noruega
la basura se ha convertido en
fuente de ingreso económico,
ya que importa barcos con
basura proveniente de Ingla-
terra, Irlanda, e incluso países
aledaños como Suecia; esto
con el propósito de enviarla a
la laguna de las muchas plan-
tas industriales, que transforman los residuos de nuestro consu-
mo desmedido en energía eléctrica y calorífica. Benéficamente,
Oslo utiliza basura quemada, desechos caseros o industriales y
los transforma en calefacción.
Afortunadamente o quizá ya un poco tarde, puesto millones
de muertes se anuncian para el año 2030, la comisión Europea
recientemente anuncio “un área europea de transporte” que pro-
hibirá el uso de automóviles en las ciudades europeas para el
año 2050, la propuesta tiene como objetivo reducir en un 60%
las emisiones de dióxido de carbono.
Pero no pretendo asustarte, afortunadamente del 2013 al 2030
queda mucho tiempo para actuar, para fomentar la preocupa-
ción explicita por nuestro entorno, para informarse y quizá sí,
asustarse un poco, pero solo con el mero propósito de aportar
algo por el medio ambiente.
En lo que a mí respecta, al igual que la mayoría de la po-
blación, lo confieso… soy un ente totalmente despreocupado
por el medio ambiente, pero… puedo defenderme, no tiro basura
en la calle.
¿Y el paraíso qué?
Actualmente nuestra conciencia es turbia como el agua, nues-
tra extinción por distintas enfermedades se compara al índice de
mortalidad de la flora y fauna. Somos distintos, como el aire, ni
más fresco ni aportamos más vida; estamos enrolados a vivir una
vida monótona que propicia el desgastamiento humano como
natural; la tierra, el medio ambiente, el aire, los animales, los ma-
res, son nuestro propio reflejo.
El océano, una de las grandes fuentes de vida del planeta,
cada día se torna más ácido, con un ritmo que no se registraba
en 300 millones de años; esto es debido a la mayúscula pre-
sencia de dióxido de carbono en la atmósfera que lleva consigo
la elevada temperatura del planeta que, en efecto, provoca la
acidez en los océanos.
Actualmente se desechan millones de envases, platos des-
echables y todo lo relacionado con plástico. Sinceramente nun-
ca había pensado que el plástico es una especie de karma para
la humanidad; nos fomentan la pereza y la apatía, por lo que
nos ahorran el fastidioso trabajo de lavar los platos y pues claro,
es fabuloso deshacerse un poco de la tarea del hogar, pero…
en el medio del Océano Pacífico, entre Hawái y Estados Unidos
continental, se encuentra el “Vórtice del Plástico”, una acumu-
lación de basura, en particular de restos de plástico, reunida en
un punto del mar.
Es hora de actuar
¿Alguna vez te has preguntado
cuál es el beneficio de tu existencia
en la tierra?
Actualmente nuestra conciencia
es turbia como el agua, nuestra
extinción por distintas enferme-
dades se compara al índice de
mortalidad de la flora y fauna.