Página 7 - junio2014

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central
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La sociedad está recuperando algo, que hasta no hace mu-
cho, le
era negado como es la posesión de su tiempo de ocio,
palabra que incluso ha estado largo tiempo estigmatizada. Las
actividades que forman parte de ese período de tiempo reúnen
unas características generales, comúnmente aceptadas, que se
pueden resumir en las siguientes:
Se realizan de forma libre y espontánea, sin imposiciones ni
obligaciones de ningún tipo.
Se trata de ocupaciones realizadas de forma desinteresada,
sin búsquedas de resultados.
Se realizan en un clima de distensión.
Producen satisfacciones profundas en el plano psicológico,
espiritual, emocional, etc.
Contribuyen a la salud psíquica mediante la liberación de ten-
siones (catarsis).
El término ocio ha estado cargado de desprestigio al recibir la he-
rencia significativamente viciosa de la ociosidad, que en los libros
de moral tradicional se considera la madre de todos los vicios.
Pero esto no es así, el ocio es algo más que el tiempo libre del que
dispone cada uno. Se trata de la experiencia asociada con activi-
dades que se realizan únicamente en sí mismas, y que permane-
cen bajo el control del individuo. La noción de tiempo libre contiene
un matiz activo, una entidad positiva que puede transformarse en
ocio, aunque no sea así siempre necesariamente. El ocio supone
la dedicación durante el tiempo libre a actividades que, elegidas li-
bremente, estén designadas para el disfrute personal satisfaciendo
las necesidades personales de cada individuo.
La familia tiene una responsabilidad ineludible en la educación y
formación de sus hijos; el ocio forma parte de ese proceso, en
virtud del cual se forma la personalidad. La escuela es otra ins-
tancia socializadora. La escuela debe contemplar la importancia
de la creatividad, del desarrollo de la imaginación y de un ocio
enriquecedor, en lugar de limitarse a ser una institución mera-
mente transmisora de conocimientos.
Educar no sólo consiste en transmitir conocimientos: educar
también debe ser formar personas con autonomía y capaces de
tomar sus propias decisiones, apostando por la libertad, por la
capacidad de elegir, de administrar creativamente su tiempo de
ocio. Educar también debe ser preparar para la vida, cumplir una
función socializadora que dote al alumno de recursos y valores
para integrarse en su modelo social. Implica dotar al alumno de
conciencia individual, de su propia importancia como persona, y
de que es el auténtico protagonista de su vida. La educación cam-
bia al individuo, pero no podemos pensar que puede ser un agente
definitivo de cambio por la gran inercia que la sociedad arrastra.
Para que sea auténticamente transformadora, el educador nece-
sita adoptar una actitud comprometida de cambio que no siem-
pre está dispuesto a aceptar. Como componentes de una sociedad
pluralista, democrática, abierta, debemos transmitir, a través de la
educación, los valores que hemos ido adquiriendo a lo largo de si-
glos de aprendizaje y que forman parte de nuestro modo de juzgar;
no podemos dejar que próximas generaciones experimenten si vale
más ser libre que esclavo o si algunas personas merecen más con-
sideraciones o no.
Ocio, tiempo libre y educación
Por Lic. Ramón Felipe Tecólt González, administrador página electrónica
Juan Manuel López Martínez, alumno de la Licenciatura en Mercadotecnia