Página 12-13 - mayo2013

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formando el
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¿Qué es palabra? A menudo por no decir todo el tiempo, nos en-
contramos en un entorno que depende en su totalidad de la palabra,
de lo que comunicamos y de lo que queremos expresar, pero nunca
nos hemos detenido a pensar si todo lo que decimos concuerda en
el contexto que habitamos o si no tiene daños secundarios.
Creo que nunca hemos analizado la importancia que tiene la
palabra: estas cuentan con vida propia, llenan de matices, de lu-
ces y sombra. Son el propio reflejo del alma, es la verdad que se
expresa sin darte cuenta. Se escriben, se piensan, se conjugan
entre ellas mismas y crean una hermosa prosa, un significativo
párrafo o una romántica oración. Son un caleidoscopio inabarca-
ble, crean un propio ADN lingüístico.
Es evidente como las palabras tienen relación a todo. Es por
ello que quiero escribir toda palabra gramatical relacionada con la
palabra en un texto cuya importancia esté ampliamente relaciona-
da con la importancia de la palabra y su importancia gramatical.
Las palabras que a veces pensamos y expresamos, son
sinó-
nimo
de lo que sentimos. Alrededor del mundo han existido per-
sonajes
denotativos
que han plasmado impactos
esdrújulos
en la
historia de la humanidad, son conjunto de palabras que han ex-
presado sin ninguna
denotación
ni siquiera en la de los persona-
jes, una realidad que ha movido a un
conglomerado
de personas.
Con una oración de tres palabras y una de ellas
grave,
Martin
Luther King, “Yo tengo un sueño”, revolucionó un
campo semán-
tico
de personas que sin
sufijos
ni
prefijos
se unieron a la deno-
tativa causa de la abolición del racismo norteamericano.
Gandhi, un gran personaje con un poder verbal magnifico, un
léxico
totalmente pacifico; logró emancipar la India con tan solo
el implemento del diálogo entre los habitantes, es el mejor
verbo
de una oración, puesto su colaboración en el mundo, “fuera vio-
lencia” han mostrado la contraparte de un mundo fuera de ésta.
“La forma es el fondo” citando a un gran político cuya oratoria
persuadía masas, el principal
núcleo
de todas sus oraciones re-
dunda en “la idea del hombre, como libertad y como justicia en
la sociedad” este gran
sujeto
innovó por completo la reputación
del político, tornó una oración persuasiva en una completa rea-
lidad, asimismo el gran discurso de Luis Donaldo Colosio, con-
memorativo del LXV Aniversario del PRI en el Monumento a la
Revolución el 6 de marzo de 1994, una conjugación de palabras
el cual dio fruto a un discurso rebosante de certeza, cuyo afecto
discursivo
se remonta a una
oración
: su muerte.
Lo cierto es que un
mosaico
de palabras ha dado fruto a movi-
mientos, con tan solo palabras
esdrújulas
, personajes que fueron
agudos en la sociedad, ahora tienen gran relevancia.
Sustantivos
que dedicaron su vida a predicar la palabra,
conjunciones
de
palabras con mensajes reflexivos.
No obstante las prácticas discursivas pueden tener efectos
ideológicos de peso, es decir pueden ayudar a producir y repro-
ducir relaciones. No importa el
adverbio
que sea empleado en el
verbo
cuando éste, verdaderamente tiene un propósito positivo.
La palabra:
algo más
que gramática
Por Fernanda Sarao Oramas, alumna de la Licencia-
tura en Ciencias Políticas y Administración Pública
Ya desde hace algunos años se viene culpando a la televisión y a
otros medios de comunicación masiva de jugar con la maleabili-
dad de sus pobres consumidores por medio de mentiras, enga-
ños y manipulaciones sin éstos pedírselo; entrando a casas sin
tocar la puerta y filtrándose sin mayor dificultad por las grietas
de las esferas sociales, familiares, culturales y demás.
Afirmar categóricamente que la situación ha cambiado para bien
en los últimos años sería ingenuo. Sí, al fin somos un poco más
conscientes de que, en efecto, podemos elegir lo que consumi-
mos, sin embargo, basta con darse una vuelta por la red para dar-
nos cuenta de que las mentiras, los engaños y las manipulaciones
las hemos adaptado nosotros mismos a lo que vemos, a lo que le
damos
like
, a lo que compartimos,
reblogueamos
y comentamos.
Se llaman falacias retóricas, y se les conoce desde hace mu-
cho más tiempo que la misma imprenta. Les presento algunas
—muy pocas, a decir verdad— que hay que empezar a conocer
e identificar para, ahora sí, dejar de ser víctimas de los medios y
de los mensajes.
1
.
Apelar a una autoridad anónima. Consiste en recurrir a un
presunto grupo de expertos o seres de intelecto respetable
como fuente de veracidad de un argumento aunque no se sepa
de quién se trata. “Según investigadores de la NASA…”, “Acla-
mado por la crítica”, “Dicen que…”.
2
.
Apelar a la autoridad. Asumir que lo dicho por un escri-
tor, científico o filósofo, es cierto. Que lo diga Jodorowsky,
Bukowski, o Poniatowska, no lo hace que un argumento sea in-
mediatamente válido.
3
.
Falacia por diseño. Creer que lo mejor diseñado o lo que
tiene mejor presentación o estética, es lo mejor, o representa
lo verdadero. También incluye lo bien escrito o dicho.
4
.
Apelar a la novedad. Implica asegurar que algo, por ser nue-
vo, es mejor. Basta con entrar al sitio de Apple para compro-
barlo -y para comprobar, además, muchas otras-.
5
.
Apelar a las creencias populares. Será cierto y será mejor
todo lo que a la mayoría le guste, crea o
retwitee.
Si bien aquí sólo incluí cinco, el elenco es más numeroso y con
él queda claro que, pocas palabras e imágenes bastan para dar
forma y determinar rumbos, sean para bien o para mal.
Si están interesados en las falacias retóricas, los invito a visitar
www.informationisbeautiful.com, donde además de eso, encontra-
rán una lista más completa en la que no tan difícilmente se toparán
con aquéllas en las que, a propósito o sin querer, he incurrido yo
en este artículo.
Por Alfonso Vidal Morcillo,
alumno de Ingeniería Industrial
De likes y falacias
Por Daniel Benavides Mariño, alumno de la Licenciatu-
ra en Comunicación
L
as palabras, esencia de la comunicación: la transmisión de
ideas, sentimientos, en fin, información entre un emisor y un
receptor. Parece tan prescindible su importancia y apuesto
mucho a que en realidad hacemos que así sea.
Suele ocurrir que las conversaciones son tan banales, tan ab-
surdas y sin provecho o aprendizaje, o que ni siquiera exista una
conversación “presencial”; la falta de educación, el poco interés
por saber cómo escribir y hacerlo bien, además del desapego a la
lectura, el desarrollo tecnológico, etc., hacen que la comunicación
pierda su impacto y el rol tan relevante que desempeña en la vida
cotidiana, y que las palabras pierdan influencia.
Las palabras bien empleadas, con sustancia, con sentido, con
amor, tienen el poder de conmover, educar, lastimar, deleitar, per-
suadir; las palabras tienen la capacidad de formar tantas historias,
de hacer sentir muchas emociones, hacer llorar, reír, son capaces
de lograr una belleza impresionante de lo que vemos cada día, y
pasamos por alto.
Las palabras pueden hacer arte, a saber: música, poesía, litera-
tura, éstas son formas de expresión tan hermosas, y si son muy
buenas, tienden a tener una influencia increíble en nosotros, me
pregunto ¿has llorado al leer un libro? A mi parecer son muy, muy
pocos los escritores con ese talento, con ese “algo” que mueve
nuestro mundo con su creatividad.
Existen aproximadamente 90 mil palabras en el diccionario de
la Real Academia de la Lengua Española, número que seguirá cre-
ciendo con el efecto de las palabras americanas que son “españo-
lizadas”. Tal vez el bombardeo incesable de información, modas,
consumismo, tecnología sigue moldeando a nuestra sociedad tan
cambiante, pero tal vez no sea algo malo, mi esperanza está en la
gran colección de artículos, revistas, textos científicos, novelas,
poemas, etc., que hay alrededor del mundo, nunca es tarde para
adentrarse en este fantástico mundo, y ahora menos con tan fácil
acceso de información. Te lo encargo
plis.
H
ace unos días, en una de mis clases vimos un documen-
tal titulado
Promises
, que trata sobre el conflicto Palesti-
no-Israelí pero desde el punto de vista de los niños, y me
llamó mucho la atención. Me dio mucha ternura, cuando
en una parte del documental están unos niños judíos hablando
con un palestino, y acaban haciéndose amigos porque tenían un
gusto en común: el deporte. El niño palestino no hablaba hebreo,
así como los niños judíos no hablaban árabe, y aun así, hablando
como podían en el poco inglés que sabían, el deporte fue capaz
de hacer que se entendieran sin pensarse como enemigos. ¿Qué
tiene que ver esto con las palabras? Mucho.
No hace mucho que terminé de leer, para otra clase, un libro
titulado
La Seducción de las Palabras
, de Alex Grijelmo. En este
libro hay un capítulo entero dedicado a
la incursión en el área
ajena;
en éste, Grijelmo habla de cómo el lenguaje del fútbol está
atascado de palabras de guerra: tiró al arco, cañoneó al portero,
invadió el área chica, la estrategia, la táctica, el capitán, el equi-
po
enemigo
… si pensamos en lengua, ¿cómo cambia el uso de
estas palabras nuestra forma de vivir el juego? Si cada final es
un
duelo a muerte
, ¿no tendrá esto que ver con que al final del
partido las porras se den con todo? Yo creo que sí.
Si, como dice Grijelmo, las palabras nos llegan al subcons-
ciente, y estas palabras que usamos para referirnos a algo que
debería ser, sí, competencia, pero competencia alegre, justa
y sana, una actividad de diversión. Si para referirnos al fútbol
utilizamos palabras que nuestro subconsciente relaciona con
guerra, con violencia, con muerte, ¿en qué tipo de competencia
transformamos al fútbol? Si el deporte nos da una posibilidad de
convivir y competir pacífi-
camente, si se supone que
debe divertirnos, darnos
alegría, ¿no estamos des-
truyendo esta posibilidad al
inundarlo con las palabras
de la guerra?
Estamos transformando una fiesta, una celebración, a la ca-
pacidad física y de trabajo en equipo del humano en una batalla.
Es una de las conclusiones de Grijelmo para ese capítulo. Quizás
las palabras, la lengua, son uno de esos grandes inventos del
humano que han rebasado a su creador y ahora lo esclavizan,
esperando el momento en que recuerde que la maestra es ella,
la humanidad.
Las palabras, con todo el peso que tienen, pueden desolar,
pero al final quienes las pronunciamos somos nosotros. Creo
que deberíamos ser más conscientes de las palabras que uti-
lizamos, y del momento o lugar en que las decimos. También
deberíamos tratar de darnos cuenta cuando una palabra está
fuera de lugar, por algo está.
Las palabras
como destrucción
Por Guillermo Guadarrama Mendoza,
alumno de la Licenciatura en Literatura y Filosofía
Ilustración: Victoria Meneses, alumna de la licenciatura en Diseño Gráfico
“Quizás las palabras,
la lengua, son uno de esos
grandes inventos del humano
que han rebasado a su crea-
dor y ahora lo esclavizan”.
“Se llaman falacias retóricas...
Les presento algunas que hay que
empezar a conocer e identificar
para, ahora sí, dejar de ser víctimas
de los medios y de los mensajes.”
Las palabras pueden
hacer arte