Página 6 - noviembre2013

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mosaico
central [ 6 ]
Así, por muy ligada que una persona se pueda encontrar a una
cultura distinta a la que en un principio le conformó, existen “cadenas
adeneicas” de su cultura que se mantienen con cierta vigencia.
En el caso de México, por ejemplo, acaba siendo ya ver-
daderamente fatua la polémica sobre el origen de la identidad,
la polarización entre lo indígena y lo español, discusiones que no
quieren ver un pasado extinto tal como lo es, y que inició su radical
trasformación en la interrelación de la cultura occidental cristiana
con la mesoamericana en un proceso de imposición-asimilación,
cuyo mestizaje no ha estado exento de muy diversas influencias
(desde los planteamientos libertadores iluministas que impulsaron
la independencia y la reforma, el positivismo comteano durante
el porfiriato y que fundamentó la reestructuración educativa
laica, hasta las ideas globalizadoras que plantean mercados
comunes mundiales, homogenización ideológica, etc.); sin
embargo, éstas han sido asimiladas a través de largos procesos,
hasta articularse a una especie de ADN cultural en el que nada
acaba perdiéndose sino reestructurándose y donde el entorno
se manifiesta como un importante aspecto de influencia.
Los puristas de la raza (sean nacional-socialistas, nacionalistas
radicales de izquierda o solo añorantes de un paraíso perdido)
tienen en la propia evolución de la cultura y en los fenómenos
migratorios la semilla de su propia frustración y de su propia
extinción; y en particular dentro de un mundo dónde los nuevos me-
dios de comunicación rompen fronteras, estos fenómenos acabarán
intensificándose.
«Los racistas deberán ser (en teoría) una raza en vías de extinción.
¿Existió un patricio romano que no conseguía soportar que se
convirtieran en cives romani también los galos, o los sármatas, o
los judíos como San Pablo, y que pudiera subir al trono imperial
un africano, como al fin sucedió? De este patricio nos hemos
olvidado, ha sido derrotado por la historia. La civilización romana
era una civilización de mestizos. Los racistas dirán que por eso se
disolvió, pero se necesitaron quinientos años, y me parece un lapso
de tiempo que también a nosotros nos permite hacer proyectos a
futuro»
1
.
1
Eco, Umberto. Cinco Escritos Morales. Lumen, Barcelona, 1998. p. 125.
L
os restos del asentamiento de verano del Homo Erectus en
Niza (400,000-300,000 a. de C), parecen predecir una larga
historia de cambios, búsquedas, adaptaciones y migracio-
nes por parte de las especies de antropoides: un mundo
sin fronteras que se abría ante el incesante andar de animales
tan cercanos a nosotros. Asimismo, el ser humano ha recorrido
el globo, conociéndolo y apropiándose de él, no obstante en ese
proceso, fue poco a poco marcando límites, creándose ciudades,
regiones y enormes naciones, guardando la expectativa de que
fueran para siempre.
No obstante, un solo vistazo a la historia permite darse cuenta
de cómo a lo largo de los siglos los mapas que señalan los grandes
asentamientos han ido modificándose, e imperios destinados a
ser eternos han caído en manos de otros aún más poderosos,
razas “puras” se han ido mezclando y lenguas perfectas poco a
poco han ido mutando para dar lugar a unas degeneraciones que
en algún momento han adquirido el estatus de lenguas cultas (sólo
basta pensar en la lengua vulgar de la Toscana que en manos de
Dante Alighieri da paso al actual italiano).
Estas experiencias deberían de servir de lección a las culturas
que ahora vemos plenas y acabadas, o naciones aparentemente
imbatibles, que ilusamente levantan muros buscando evitar lo
inevitable y que solo nos hablan se su propia actualidad, ya que la
experiencia nos recuerda que en algún momento morirán.
La negación a aceptar la posibilidad de “pérdidas culturales”
parece proceder de una visión monolítica y estática de la cultura;
un individuo es conformado por sus circunstancias, al grado de
identificarse con ellas, sin embargo, sus experiencias primarias
son regularmente las que sirven para constituir un marco de
referencia con el que califica o descalifica cada nueva experiencia
a la que se enfrenta, es decir, su asimilación resulta de carácter
activa, no pasiva, por ello el enfrentamiento de una persona a
una nueva cultura resulta sumamente distinto al de un niño recién
nacido, que no ha estructurado sus marcos originarios, por lo que
no es factible cambiar de cultura por decreto o asimilar una nueva
a partir de cero.
Fenómeno inevitable
Por Arq. Eduardo Funes Cacho, académico del Departamento de Arte, Diseño y Arquitectura
Ilustración: Ma. Lissette Rojas Tejeda