Página 17 - noviembre2014

Versión de HTML Básico

tesela
[ 17 ]
María Fernanda Mejía Sánchez, alumna de la licenciatura en Mercadotecnia
Por Rolando Maroño Vázquez, alumno de la licenciatura en Ingeniería en Mecatrónica
La filosofía del poeta
«”Boris, ¿me amas?’’.
“Claro, Misha. Claro que te amo’’.
“Boris, ¿sabes qué es lo que me hace sufrir?’’.
“No lo sé, Misha. Si nunca me lo has contado ‘’.
“Entonces, Boris, si no sabes qué es lo que me hace sufrir,
¿cómo puedes decir que me amas?’’».
De un
midrásh
hebreo.
Su nombre es Pablo Piceno y, aunque nació en Alemania,
la gran parte de su vida la ha disfrutado en Puebla. Es estudiante
de Literatura y Filosofía. Tal vez un día lo encuentres rondando la
biblioteca y al verlo jamás imaginarías el mundo de palabras e inter-
pretaciones que habita y se entreteje en su cabeza.
Su infancia fue solitaria, disfrutaba de libros y de la música; nun-
ca se trató de que la gente le cayera mal, sólo le era imposible des-
truir
el
duro cascarón de su soledad,
y supo inventarse un mundo
y disfrutarlo, tocando la guitarra, el piano, cantando, leyendo sin
explicarse entonces por qué, una gran cantidad de obras sobre la
Segunda Guerra Mundial.
I
En la música del silencio
Encontró todas las notas
Y a los cinco tocaba el piano
Y a los siete tenías una canción
No había más silencio que las notas
Que de la soledad tan propia
Se volvían sonido/música.
Su meta principal en la vida, aunque podría parecer simple, en la
práctica es muy difícil. Desde que, a los quince años, experimentó
una crisis existencial profunda, ordena su vida con relación a la No-
ticia que anuncia el cristianismo de un hombre que ha vuelto de la
tumba, por el cual Pablo se sintió entonces también rescatado del
abismo. El deseo profundo en su vida es permanecer en ese amor
que conoció en aquel entonces. Alguien que nace y muere en el
mundo, y el dolor de ellos es suyo propio, y la hambruna de ellos
es suya propia, y no sólo se queda en la contemplación sino que
utilizando los medios que conoce, como lo es su poesía y su cons-
tante participación desde hace 10 años en una comunidad católica
en la que convive con personas de todas las clases sociales y con
necesidades muy distintas, ayudándose y sosteniendo las cargas
los unos de los otros.
Decidió estudiar Literatura y Filosofía porque siempre le había
gustado la literatura, y le encontró un gusto especial a la filosofía
cuando se unió al Seminario Misionero y empezó a leer y aprender
sobre filosofía. Aunque ambas ramas parten del mismo sentimiento,
las dos tienen un enfoque diferente: la literatura, más específicamente
la poesía, se trata sobre admirar mientras que la filosofía es analizar.
El joven Pablo busca la manera de hacer dialogar ambas ramas, y,
aunque no es una tarea fácil, es parte de sus motivaciones en el
ámbito profesional.
II
Si la poesía y la filosofía son una
Las separaron al nacer
Porque la poesía, extasiada, quiere contemplar
La filosofía cuestionar, comprender
Pero esa fascinación de lo que te rodea
que aún sabiendo que no alcanzan palabras
es de ambas
buscas tinta y papel y lo intentas
Eso quería. Eso estudia. Eso le quita el sueño.
Esto es lo que más teme: No poder ser parte de lo que duele. No
poder escapar a su propia soledad.
Lo que más disfruta hacer, y que ve en un futuro como parte aún
más importante de su forma de vida, es su escritura, su poesía.
Comenzó a escribir a los 10 años y aunque a veces la deja, siem-
pre regresa a ella. Publica regularmente en la revista Crítica, de la
BUAP, y Opción, del ITAM. Recientemente participó en una antolo-
gía titulada Poetas Parricidas – Generación entre siglos.
III
Su tinta nació
Como nace en todos los casos:
En la mirada de una mujer
Que deja más preguntas que respuestas
Y las buscas en las páginas
Al no encontrarlas escribes
Fabricando lo que sus labios no dicen
Antes de notarlo ya no eres tú
Porque al tercer día has renacido
Y ahora eres para los demás/para ella.
Le preocupa principalmente la indiferencia ante una realidad que
nos desborda en su barbarie. No cree poder cambiar con sus ac-
tividades algo en la forma en la que se percibe la realidad o la lite-
ratura, pero se siente, eso sí, obligado a hacer lo que le toca –que
es mucho- en una sociedad plagada de pobres sin voz,
malhereux,
como les llamaba Simone Weil, humillados hasta el polvo, que por
tan enunciados, parecen no existir realmente para nosotros. ¿Dón-
de lo veremos en 20 años? Pregunta recurrente, cuya respuesta
queda suspendida en el tiempo.