Página 5 - octubre2014

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mosaico
central [ 5 ]
Jonhy, a sus 4 años, ha creado con un mecate y cajas de plástico, de esas donde se transportan las
frutas y las verduras adquiridas en el Banco de Alimentos de Saltillo, uno de los juguetes más divertidos que
jamás había visto. Dentro de él, sube a Andy de 3 años y juntos, entre gritos y risas, recorren todo el patio de la
Casa del Migrante, en un viaje infinito, en donde los límites son puestos solo por su imaginación.
Jonhy y Andy no saben de fronteras, y mucho menos de visas, tampoco que afuera del albergue no tienen
nombre, que poco importa su pasado y presente y que para la política migratoria del país donde ahora juegan,
son un “tema” de seguridad nacional, y para Estados Unidos, una “crisis humanitaria”.
Jhony, Andy y sus mamás Isabel e Ingrid son unas de las cerca de 8 mil personas migrantes que atiende la
organización cada año, sin embargo, nos negamos a que sean concebidos como parte de una estadística, puesto
que tienen un nombre y una historia de vida, son seres humanos con sueños, miedos y con la necesidad de
protección integral por el momento de extrema vulnerabilidad en el que la violencia estructural les ha colocado.
De esta tragedia por la que pasan las personas migrantes, existen responsables que son los encargados de la
creación y la aplicación de las políticas públicas de la región, y a pesar de las constantes luchas por crear leyes
migratorias regionales con perspectiva de derechos humanos, esto está muy lejos de convertirse en una realidad,
mientras tanto, ¿cuál es nuestra responsabilidad ética como sociedad civil y como ciudadanos?
Ellos y ellas necesitan espacios dignos y amorosos, en donde puedan descansar, comer, bañarse, en donde
sean llamados por su nombre, se reconozca su humanidad y su dignidad de niños, niñas, hombres, mujeres y
transgéneros; en resumen, que se les reconozcan independiente a cualquiera de sus condiciones, como los seres
humanos que son.
El tener la capacidad de poder brindar un espacio que haga sentir seguras a las víctimas, es crear un oasis en el
desierto, en esto se ha convertido México para las personas migrantes, en un terreno árido e inhóspito. Al menos
por unas semanas Jonny, Andy, Ingrid e Isabel, no tendrán miedo, ni tendrán que correr huyendo de la detención
de migración, ni de la delincuencia organizada, podrán como hoy, jugar y reír.
No sabemos que suceda con ellos, ni si podrán llega a su destino sin perder sus sueños legítimos de niños.
Mientras sabemos las respuestas, seguimos luchando por que la situación sea diferente y porque algún día sus
derechos sean tan respetados, que tengamos que dejar de existir.
Por Lic. Alberto Xicotencatl Carrasco, director de la Casa del Migrante de Saltillo
La hospitalidad desde la ayuda humanitaria
Ilustración: Cristina Bermúdez Flores, alumna de la licenciatura en Diseño en Ineracción y Animación Digital