Página 11 - septiembre2014

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formando el
mosaico
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Cartón: Guillermo de Uriarte, alumno de la licenciatura en Diseño Gráfico
Por Guillermo Guadarrama Mendoza, alumno de la licenciatura en Filosofía y Literatura
La batalla había cesado. Bastó su puño en alto y un murmu-
llo (dicen todos que se oyó por todo el cielo y que llegó hasta el
otro mundo: “Basta, se están haciendo daño entre amigos”) para
que ambos bandos se calmaran. En medio de todos, de pie con el
puño en alto y la cabeza agachada estaba
el extraño
.
El muchacho se había quedado boquiabierto; no acababa de
creerse que alguien pudiese tener tal control sobre su pueblo. No
tardó en sentir sobre su lengua el amargor espeso de la envidia.
Quién fuera aquel hombre para con un puño y una frase muda,
imponer el orden y la disciplina entre las tropas. Pensó que a él, si
algún día lo llegaban a nombrar siquiera capitán, ni el soldado raso
más corriente lo respetaría.
Al día siguiente se acercó al tipi de
el extraño
, y viendo por la li-
neación del pasto frente a la puerta que él estaba en casa decidió
adentrarse y terminó a las risas, fumando de la misma pipa que aquel
hombre, como lo haría reiteradas veces hasta poder decirle amigo.
Aquella tarde que lo apuñalaron por la espalda entendería aque-
llo que jamás se había puesto a pensar. No le decían extraño por
montar un
Caballo Loco
, ni por estar embrujado para poner la bala
donde ponía el ojo y ser como de humo cuando a él le dispara-
ban. Lo hacían porque, le dijeron, nunca había llegado a la bata-
lla comandando soldados; luchaba siempre rodeado de amigos
y amigas. Le dijeron también que nunca había hecho nada por
ganar la gloria, siempre regalaba sus rebaños a los necesitados
y cuando tuvo entre sus manos el anillo del poder lo arrojó lejos,
aun cuando muchos le opinaban que debía quedárselo.
El extraño
había llegado a ser el líder su pueblo porque lo había obligado y
la primer orden que había dado a la cabeza, había sido que jamás
nadie obedeciera sus mandatos. Comprendió que así había sido
el
extraño
: tan extraño que ni siquiera la muerte se atrevía a llevarlo,
y ahora todos hablaban de que su espíritu se había esparcido por
los corazones de sus
amigos
, en espera del momento propicio,
del momento en que su gente requiriera su coraje para reencarnar
con otro rostro, otro nombre, y echarse a las espaldas a su pueblo
entero, de nuevo.
Dedicado a todos esos pueblos que sabiendo
que cada quien es gobernante de sí mismo,
decidieron morir siguiendo/siendo líderes
en vez de inclinarse
ante un fürer disfrazado de botarga
Nota: la redacción forma parte del estilo del autor.
El extraño