Rúbricas 1

95 de grandes fracturas históricas y de debates, incluso de índole valoral. Fracturas y temas –vinculados a políticas públicas– que han configurado posiciones ideológicas categorizadas, en términos generales, como “la derecha” y “la izquierda”. Las elecciones presidenciales en México han tendido a ser, sin duda, desde 1988 hasta hoy, de carácter plebiscitario. Esto obedece –simplificando– a dos razones: un sistema político presidencialista y el prolongado proceso de democratización (o de profundización democrática). Pues bien, lo que se ha resuelto en esos plebiscitos no ha sido sólo la elección de un titular del Poder Ejecutivo o la preeminencia de un partido, sino la definición ciudadana respecto de dos clivajes, a dos divisiones que, por otra parte, están presentes en casi cualquier sociedad: izquierda-derecha y prosistema-antisistema. En 1988 el clivaje que prevaleció fue el primero. El país se enfrentó a dos opciones que, de manera muy simplista, pueden describirse así: el proyecto neoliberal de la tecnocracia, representado por Salinas y apoyado por el pan (derecha), versus el proyecto nacionalista abanderado por Cárdenas (izquierda). En 1994 el clivaje fue sistema-antisistema y los electores, en buena parte movidos por la “aversión al riesgo”, votaron por la continuidad de lo que algunos llamaban “régimen de partido de Estado”. En 2000, de nuevo, el plebiscito fue entre cambio o continuidad política. Conocemos el resultado. En 2006 el clivaje determinante fue izquierda-derecha. Y no se resolvió. Porque no puede resolverse –al menos no por la vía electoral– y porque lo que podía resolverse por ella no se resolvió: darle el gobierno de una manera clara, legal y legítima a una de las opciones. Aunque no me pidan mi opinión, la doy: lean el libro. Agradecerán su contenido, su estilo y sus motivos. Jorge Narro Monroy, Iteso.

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