Rúbricas 2

73 la participación de las mujeres más ricas en el mercado de trabajo suele ser de aproximadamente el 80%, mientras que la de las mujeres del quintil más pobre no supera el 50%. • La educación juega un papel crucial frente a la reproducción intergeneracional de la pobreza, la desigualdad y la exclusión. La educación constituye el factor por excelencia del cual disponen los Estados para romper con el círculo vicioso de la pobreza y desligar la cuna de los individuos de sus logros en materia de bienestar a lo largo de sus vidas. Las experiencias europea, de América del Norte y Asia así lo demuestran. Sin embargo, América Latina no ha logrado convertir a la educación en un vehículo efectivo de igualación de oportunidades y avances económico y social. El progreso logrado por la región en los últimos decenios, en términos de cobertura y acceso a los ciclos educativos, ha desembocado en la estratificación de aprendizajes y calidades de educación. a) Aunque el acceso al ciclo preescolar ha mejorado, la situación en la región es heterogénea. Hay países que cuentan con matrícula universal y otros cercanos al 30%. Según diversas encuestas, existen desigualdades en edades tempranas por razones socioeconómicas (antes de los 3 años) y disparidades de acceso entre zonas urbanas y rurales, sobre todo si son indígenas. b) En cuanto a educación primaria el acceso por lo general, es universal gracias a los programas de transferencias condicionadas, particularmente en el caso de las niñas; pero hay coincidencia en que es necesario avanzar mucho más en la calidad en los años finales del ciclo, en especial en los grupos sociales más rezagados. c) El acceso a la enseñanza secundaria y la permanencia de los estudiantes a lo largo del ciclo es bastante inferior que en la primaria y las diferencias entre países son mayores: la tasa neta de asistencia es cercana al 88% en promedio, pero hay países como México que aun rondan en niveles del 70% –en comparación con el 97% en la primaria– a pesar de que constitucionalmente es obligatoria. Existen altos niveles de deserción y gran heterogeneidad en la calidad, sobre todo en zonas rurales. d) En el nivel de alta secundaria o bachillerato, los niveles de acceso son todavía menores, del 60% en promedio, ya que comienzan a ser atraídos al mercado de trabajo, especialmente si enfrentan condiciones de adversidad económica y social o retos de formación de identidad. Las disparidades en este nivel son más grandes entre países, pero también en el interior de ellos, según el nivel de pobreza, el origen étnico y el estrato socioeconómico. e) Por último, el acceso a la educación superior se limita a un grupo muy pequeño de los jóvenes de Latinoamérica. Entre los 25 a 29 años de edad, sólo el 8.3% de la población ha concluido una carrera universitaria o equivalente, con una estratificación muy marcada según el ingreso per cápita. Los estudios muestran que en todos los niveles del ciclo educativo, las condiciones socioeconómicas y la educación formal alcanzada por los padres o jefes de hogar son determinantes en la permanencia de los estudiantes en la escuela y en la calidad de los servicios que reciben; explican también sus avances y su capacidad de integración. La ubicación de sus domicilios dentro del área urbana o rural es factor de desigualdad. En décadas recientes, la expansión de la oferta hacia sectores antes excluidos se ha caracterizado por una creciente segmentación de la oferta y un mayor papel de las escuelas privadas. De esta manera, la desigualdad estructural –que se reproduce desde la estructura productiva, los mercados y la vida familiar– se conjuga con la desigualdad intergeneracional, ya que las brechas se refuerzan a lo largo del ciclo de vida y de una generación a otra. La cepal ha mostrado en forma contundente que, en las condiciones actuales de los países de la región, quienes no concluyen la educación secundaria completa quedan expuestos a un alto nivel de vulnerabilidad social por cuanto los ingresos laborales que recibirán […] tenderán a ser bajos y tendrán un elevado riesgo de ser pobres y transformarse en los excluidos, si tienen que desenvolverse (como sucede crecientemente) en mercados autorregulados, sin garantías mínimas, ni derechos laborales. • El reto multicultural y de la población indígena en América Latina seguirá siendo importante. Hoy se reconoce que la llamada identidad indígena es un concepto inexacto que esconde identidades étnicas primarias de un mundo cultural complejo que no siempre es fácil de aprehender, categorizar e interpretar –no obstante los convenios internacionales sobre el tema (oit)–, particularmente cuando se trata de hacer mediciones y análisis socioeconómicos. La autoidentificación con base en la lengua y en compartir ciertas costumbres y tradiciones puede llevar a conclusiones incorrectas y a políticas públicas mal focalizadas. Históricamente existe amplia evidencia de que las políticas integracionistas propician aislamiento y en muchos casos la marginación de pueblos y comunidades indígenas. El enfoque de desarrollo humano, con énfasis en el desarrollo de capacidades, parecería contribuir a comprender mejor cuál debe ser el fin último del desarrollo: la libertad de mujeres y hombres concretos de determinar su destino individual y colectivo. Es claro también que en América Latina la desigualdad de oportunidades con las que se enfrenta la población indígena –particularmente mujeres y personas de la tercera edad– en el acceso a servicios de educación y salud, así como la dificultad para insertarse en mercados laborales, con empleos de calidad y bien remunerados, son significativas. En México, el número absoluto de población indígena es muy superior al del resto de los países latinoamericanos; pero como porcentaje de la población total representó, en el año 2000, según el pnud –con estimaciones comparables entre países– apenas 6.5%. En países como Bolivia y Guatemala,

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