Rúbricas 2

97 Pero, la conducta pública hacia la condición del hábitat de los lugares centrales, favorable a la especulación del suelo a expensas de la precarización urbana y social y a la franca expulsión de sus habitantes de bajos ingresos, no sólo se alimenta de consideraciones económicas. La forma cotidiana en la que se establecen de manera continuada las relaciones sociales, se fundamenta en una representación de los pobres, que se ha conformado históricamente con base en una particular impronta racista, resultado de la combinación, encubridora, de la herencia colonial y la ideología liberal. Loic Wacquant (2001) se refiere a los moradores de zonas marginales de las grandes ciudades (guetos en eua y cité en Francia) justamente como “exiliados” en un espacio degradado que los descalifica colectivamente. La configuración identitaria, construida de este modo, y asumida conflictivamente por dominados y dominadores, supone la constitución de dispositivos (para usar términos de M. Foucault9) para legitimar desigualdades y jerarquías y naturalizar las diferencias. Tales dispositivos conforman un minisistema en donde la identidad del dominador y el dominado se vuelve simbiótica. Raza, cultura y clase se entrecruzan de manera compleja en las estructuras sociales, mentales y en la psique de los individuos (Sánchez Díaz de Rivera, 2006: 207). Es en el marco de este complejo identitario donde se encuentran las justificaciones profundas del olvido y la disposición a la exclusión. Pero la intencionalidad determina la representación del espacio. Así, de la realidad cosificada en el discurso dominante,10 se legitiman las grandes estrategias estatales: la conservación monumental del centro y el olvido de los espacios de la vecindad depauperada; la modernización de los fragmentos urbanos privilegiados de la periferia conectados por las grandes avenidas y la desconexión de la periferia popular ligada a la autoconstrucción del hábitat; la asignación de suelo para las realizaciones de la economía formal y la negación del espacio para la producción y el intercambio popular. En función de su integración a las distintas formas de producción urbana, pero sobre todo desde la lectura estereotipada de sus significados, actualizan los viejos modos de relación social, que devienen en determinados juicios de valor: desde la pueril idealización de la identidad urbana sustentada en su patrimonio monumental, ligada a un fragmento de la ciudad, pasando por el fraccionamiento privado como modelo de hábitat de calidad, hasta la franca estigmatización tanto de los habitantes de las áreas depauperadas del Centro histórico como de los habitantes de las colonias precarias de la periferia. Estas representaciones colectivas, […] al naturalizar las diferencias, naturalizan la desigualdad. De ahí que se conviertan en discursos sociales (y por lo tanto de poder) donde los pobladores son ubicados en lugares diferentes como portadores de roles distintos. A su vez, esos pobladores interpretan esos lugares dentro de su propio proceso de subjetivación. A partir de ello, participan de un mundo social y simbólico donde resuelven sus requerimientos de sociabilidad e identidad individual (Pérez Ruiz, 1992). Al referirse a la experiencia del barrio de San Antonio, una zona particularmente degradada situada en el borde norte de la traza histórica, cuyas numerosas vecindades se encuentran en un grave deterioro y algunas en ruinas y abandonadas completamente,11 Silvano de la Llata (op. cit.), considera que la combinación de precariedad de la calidad de vida y la estigmatización alimentada por la prescripción oficial, ha elaborado un imaginario social de dicho barrio (junto con otras áreas aledañas) como un lugar exótico donde se practica un 9 Para quien el poder, recordemos, “es una vasta tecnología que atraviesa el conjunto de relaciones sociales; una maquinaria que produce efectos de dominación a partir de un cierto tipo peculiar de estratégias y tácticas específicas. La práctica del poder en la era moderna, se ha caracterizado, por un lado, por una legislación, un discurso, una organización basada en el derecho público, articulado en el cuerpo social y el status de delegación de cada ciudadano” (Foucault, 1980: 144). 10 Discurso cuya producción no puede atribuirse sólo a los órganos del Estado o de los empresarios interesados, sino también en buena medida a los intelectuales del fenómeno urbano (historiadores, arqueólogos, arquitectos, urbanistas). De acuerdo con Wacquant: “Para producir esta extraña formación discursiva, [...] cuya función primordial es aislar y proteger a la sociedad ‘dominante’ [...] fue necesario, en primer lugar, que los mismos proponentes de la mitología de la infraclase se alejaran estudiadamente del gueto a fin de ‘teorizarlo’ desde lejos y desde arriba, y solo a través del escudo tranquilizador del aparato burocrático de investigación” (Wacquant, 2001: 51). 11 Gran parte de ellas están pobladas por familias que llegaron a habitar inmuebles también abandonados y que viven desde generaciones en una realidad que se reproduce en muchos centros históricos en América Latina. En esta zona se concentra la mayor cantidad de migrantes indígenas (oaxaqueños y chiapanecos) que se dedican al comercio callejero en el primer cuadro de la ciudad (Álvarez Mora, ibid.).

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