Rúbricas 7

64 Primavera - Verano 2014 cados, que consideran muchos como el principio mismo de la economía, Touraine nos recuerda que la innovación ha aportado a la economía más recursos y más transformaciones profundas en la historia de la humanidad que la acumulación de capital. Por estas razones históricamente fundadas, los críticos de la noción shumpeteriana de empresario olvidan dar un lugar central a la invención y a la creación en el crecimiento y en las transformaciones económicas que han cambiado radicalmente nuestro mundo. Al mismo tiempo, Touraine nos recuerda que no es posible pretender construir una sociedad sin referencia a las actividades económicas porque ellas son los intrumentos de creación del mundo social nuevo. Además, sostiene que la vida económica y la vida social no pueden ser rescatadas más que en su conjunto y en la medida en que los actores se lo propongan como objetivo fundamental. No hay que olvidar, por lo tanto, que sólo es posible resistir a las lógicas internas de la globalización y de la hegemonía del capital financiero si los principios son transformados en normas, y en modos de organización en todos los dominios de la vida social. En el terreno político, Touraine reconoce la insuficiencia de las democracias representativas, debilitadas por la diversificación social creciente de las sociedades industrializadas. Pero también nos recuerda que en ambos lados del Atlántico, alejados de la esfera gubernamental, se han desarrollado nuevos movimientos sociales y culturales con gran impacto social (como es el caso de la ecología política) que contribuyen a la construcción de un mundo mejor para la humanidad. Volviendo al tema de la crisis que atraviesa la democracia, parte muy importante es que quisimos que fuera representativa y estuvo bien que así fuera, sin embargo, actualmente es necesario identificar los intereses que son representables y asegurar que los dirigentes sean efectivamente representativos, más que de los intereses particulares o de sus propios intereses, del interés general que incluye el respeto y la protección de las minorías. Hay que decir que en ese terreno las democracias han retrocedido, porque las sociedades democráticas actuales ya no están divididas a diferencia de la sociedad industrial, entre una minoría de dirigentes y una mayoría de trabajadores, sean independientes o dependientes, porque en la sociedad posindustrial, dominada por los intereses financieros y regida por las políticas neoliberales, son cada vez mayores los sectores de la población desprotegidos y marginados. Por estas razones, una democracia participativa y renovada sería un primer paso en una buena dirección, estamos hablando de una democracia cuyo objetivo central sería defender a aquellos que no tienen nada en nombre de los derechos de todos. Por lo tanto, la refundación de la vida social se tiene que basar en individuos que tengan una orientación universal, o sea, capaces de construirse a sí mismos al mismo tiempo que reconocen a los otros individuos, con todas sus diferencias, así como con los mismos derechos y la misma capacidad de convertirse, a su vez, en sujetos. En otras palabras, se trata de construir una Sociedad concebida como una casa común, donde todos sus habitantes sean capaces de asociar el respeto de las diferencias con la construcción de una conciencia universalista de los derechos humanos fundamentales. En este sentido, se trata de reconstruir al individuo haciendo que confluyan la conciencia privada y la acción pública. Nos alejamos así de la concepción del individuo egoísta que sólo piensa en sus propios intereses, en la acumulación y en el consumo. Nuestro autor sostiene, haciendo eco a su propia reflexión (la cual podemos encontrar en su libro Critique de la modernité, Fayard 1992, y que pienso que fue editado en español con el título: Crítica de la modernidad), que es necesario, para alcanzar un mundo de tolerancia y de paz, reconocer los principios universales que definen al sujeto humano y la gran variedad de caminos a través de los cuales cada colectividad se transforma. En otras palabras, la modernidad es única, pero hay una pluralidad de caminos a la modernización. Recapitulando: la crisis es el resultado de la dictadura impuesta por el sector financiero. Por lo tanto, para salir de esta crisis necesitamos un proyecto de construcción de nuevas relaciones sociales y nuevas instituciones. Los financieros tienen el poder para hacer prevalecer sus intereses por encima de los de la mayoría de la población. Por consiguiente, es necesario construir una sociedad en la cual, los actuales dirigentes de la economía sean obligados por el Estado a tomar en cuenta los motores del cambio, que son la innovación, la producción, así como dar respuesta a las necesidades y los intereses de la gran mayoría de la población, sin olvidar que la protección de la naturaleza es imprescindible para la conservación de la vida en la Tierra. Con el riesgo de ser reiterativo, mi conclusión principal de la relectura del libro de Alain Touraine es que, para recrear una nueva vida social, ésta debe estar sustentada en el reconocimiento de los derechos humanos, entendidos en forma integral, es decir, incluyendo los económicos, sociales y culturales; por tanto es necesario transformar también la organización política y social mediante reformas que produzcan cambios profundos en la redistribución del ingreso, y en particular, en la regulación del sector financiero por el Estado. Estas reformas constituyen la condición imprescindible para cualquier transformación significativa.

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