Rúbricas 18

Rúbricas XVIII Bibliotecas y educación superior en América Latina... 40 41 Rúbricas XVIII La biblioteca de Universidades Jesuítas. Desafíos ante el cambio de época También podría discutirse que la biblioteca mantiene una unidad de objeto cultural, mediante un orden desarrollado desde su objeto de existencia, el del “depósito” de la tradición milenaria, que más que almacén refiere a un esfuerzo colectivo de carácter intelectual en una biblioteca universitaria y en cualquier otra que mantenga un conjunto de recursos informativos, mediados por personas. Además, entra en juego el uso de una serie de artefactos, como un catálogo, un sistema o un repositorio, todos objetos culturales que permiten su búsqueda, consulta y eventual lectura a partir de una unidad de sentido. En la biblioteca se valora, hasta cierto punto, una experiencia estética y ética –diversa y universal– como parte de nuestra razón de ser. ¿Qué sentido tendría resguardar la memoria en los documentos y obras literarias, si no es como posibilidad de testificar la búsqueda humana de la experiencia estética y de la verdad? Tener registro de cómo el ser humano ha propuesto múltiples caminos para responder las más diversas preguntas filosóficas, éticas y estéticas que a lo largo de la historia se ha hecho es, en sí misma, una apuesta ética. Una biblioteca se asume como guardiana de la memoria y como cuidadora de la vida que se signa en el texto escrito. El “depósito” se asume como un emblema del honor y reconocimiento que el saber merece. Tanto las búsquedas de la belleza como de la verdad suponen relacionarnos con el mundo, y dignificar esta relación preservando sus rastros implica un derecho y un compromiso. Ponernos unos a otros en contacto con esa búsqueda humana en la que otros nos han antecedido, es parte de la experiencia que permite inspirar. En este sentido, el propósito puede ser más próximo a lo que define el bibliotecario hindú (Ranganathan, 1931), en sus cinco leyes de la bibliotecología: Los libros son para su uso. Cada lector su libro. Cada libro su lector. Ahorre tiempo al lector. La biblioteca es un organismo en crecimiento. Si en este caso, a lo que Ranganathan propone como libro, lo sustituimos por elementos informativos, artículos o, bien, ideas, el sentido de la biblioteca crece y se vuelve complejo. - La biblioteca como centro neurálgico de nuestra historia La biblioteca, más allá de proveer un espacio de interacciones, permite una serie de experiencias valiosas a quienes las visitan, que van más allá del término “usuario” y que se configuran a partir del acervo, o del universo de posibilidades recuperables y visibles. Las reflexiones anteriores permiten sintetizar una serie de compromisos que expresan aquello que, en el fondo, no es novedad y que se viene gestando desde nuestras bibliotecas en América Latina, desde hace ya muchos años –si no es que cientos de años–, al reconocer el potencial de los centros informativos y su relevancia dentro de los lugares en los que operan, su papel como centros neurálgicos de nuestra historia educativa. La historia del libro se apoya en la historia de la lectura, de la industria editorial, del papel y de la historia de las bibliotecas (Darnton, 2008). Además, la historia de la lectura es, en gran parte, la historia de las bibliotecas: “que se lee, cómo, en dónde, y quién, son preguntas que pueden dar sentido a cómo se forman corpus monumentales de libros, pero la definición de biblioteca ha cambiado con la forma de la lectura en si misma” (Hernández Rivera, 2019: XXI). Gonzalbo (1997) ha recuperado una exploración histórica de la lectura que corre desde la evangelización de la Nueva España hasta el México del siglo XX, en donde se hace una revisión de las maneras en que esta práctica logra establecer una gran variedad de formas lectoras para distintos grupos sociales a lo largo de nuestra historia, siempre en evolución acorde con las posibilidades de la época y, contrariamente a lo que se enarbola muchas veces, se colige que la historia lectora de nuestro país ha sido amplia y compleja. Sin embargo, la biblioteca como eje central de la historia lectora en México, es aún un pendiente en términos de su desarrollo e investigación, tal y como lo señalaba Fernández de Zamora y María (1994) a finales del siglo XX, y continúa siendo un campo fértil para la indagación por la importante relación que plantea la triada colecciones, servicios y comunidades. Aquí es necesario mencionar el papel central que han jugado nuestros acervos y la conservación, desde las formas en que las civilizaciones prehispánicas guardaron sus documentos mediante distintos soportes, y su destrucción durante la Conquista, además de la posterior plusvalía para nuestra cultura, la conservación de documentos ocurrida durante la Colonia y la explosión del desarrollo de la “lectura” y el “depósito” como estrategias de Estado, durante el México independiente (Zamora & María, 1994: 1). Foto: Publicidad ITESO

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