Rúbricas 9

37 El cambio en la relación árboles/ciudad también ocurrió en torno a las quebradas, desde c. 2000, cuando se restauraron varios kilómetros del degradado río Machángara, convirtiendo sus riberas en parques lineales. En la parte que pasa por el barrio Villaflora, lo que era un sitio de miedo, con mal olor e inseguridad, es ahora un bello lugar de recreación con canchas deportivas, escenarios artísticos, arbustos y árboles. Lamentablemente su restauración y cuidado fueron dejados de lado en la década de 2010, paradójicamente al tiempo que en 2012 se declaraba al Sistema de Quebradas como Patrimonio Natural, Histórico, Cultural y Paisajístico... Otra restauración ocurrió en Yaku Parque Museo del Agua, espacio público, al lado del centro. Aquello que era una ladera pelada en el año 2009, se ha convertido en un microbosque andino donde llegan o viven por lo menos 27 especies de aves, lagartijas, culebras, invertebrados, ranas, testimonios de que se está intentando tener una ciudad con biodiversidad. En algo hemos sabido reaccionar, aunque todavía vemos una tensión entre depredación y conservación, y en relación con el tipo de naturaleza que queremos en la ciudad. La pervivencia de la colonialidad en la forma de construir el territorio se aprecia, por ejemplo, en la más o menos reciente “tradición” de adornar los balcones de la ciudad con geranios surafricanos (Pelargonium spp.). Esta acción ha llevado incluso a que se declarara a Quito “Ciudad de los Geranios” (Concejo Metropolitano, 2013a), sin notar que la gran mayoría de aquellos exhibidos en los balcones son especies exóticas y casi no aparece el geranio nativo Geranium chilloense. Contrasta esto con las ordenanzas que apuntan a fomentar las plantas nativas de la ciudad como la orquídea maywa de Quito, o la salvia de Quito (Concejo Metropolitano, 2013b). Esta construcción de identidad, a partir de una especie introducida de Suráfrica, ilustra la poca sapiencia de los quiteños sobre su flora, aunque ha sido interesante que, tras entregar el informe extenso sobre esta investigación al imp, su directora compareciera públicamente explicando el asunto de los geranios introducidos, y recientemente se han promovido celebraciones alrededor del taxo (Passiflora tripartita), declarada flor de la ciudad en 2010. A veces solamente se trata de compartir las ideas. Hacia ciudades patrimoniales bioculturales Aquello que en Quito llamamos “patrimonio” por su singularidad, excepcionalidad y heredabilidad, y alrededor de lo cual elaboramos políticas públicas y tratamos de actuar en consonancia, responde a una cosmovisión que divide cultura y natura, e invisibiliza a la última. Sucede que “la ciudad moderna ha sido cultural y materialmente construida como si estuviese desprovista de naturaleza” (Gallini y Osorio, 2015), y posiblemente eso también ocurre en los otros 835 patrimonios culturales que existían hasta septiembre de 2015, según la unesco, además de 214 naturales y 34 mixtos. Fotografía: Nicolás Cuvi Geranios surafricanos en balcones del centro histórico de Quito

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