Rúbricas 9

45 Las caravanas están compuestas por un hato de llamos machos jóvenes, castrados, especialmente entrenados para las travesías con carga. Los responsables de las caravanas o llameros, casi siempre son propietarios de los animales que se emplean en las caravanas. Éstos viajan con sus llamas y parientes construyendo redes de intercambio, de la misma manera que en épocas muy antiguas, prehispánicas. Aprender a caravanear es algo que se realiza desde la adolescencia acompañando en los viajes y ayudando en las tareas de carga y descarga de los animales. La caravana de llamas es un típico ejemplo de una práctica organizada bajo un repertorio de conocimientos tradicionales (corpus), imbuida en una interpretación de la naturaleza relacionada con esa actividad, fuertemente sostenida desde hace milenios por un sistema simbólico, de creencias y religioso que determina rituales específicos. Es una actividad modélica en términos del concepto de patrimonio biocultural, según se describe en Toledo y colaboradores (1993, 2002). Además de sus aspectos utilitarios, las llamas ocupaban un rol muy importante en la cosmovisión y liturgias andinas: las llamas blancas puras y finas, denominadas napas, eran consideradas un símbolo real. Estos animales eran cuidados con esmero y adornados con collares de mullu (Spondillus, conchas rojas del Pacífico), aros de oro y mantas finamente bordadas. Una napa abría siempre el camino para el inca. Las llamas también eran (y aún hoy lo son) animales sacrificiales para las deidades, particularmente las de color negro. En el Tahuantinsuyo, además del desarrollo de una auténtica ganadería camélida, existía un uso sustentable de las vicuñas silvestres. Las vicuñas eran capturadas en cacerías reales o chakus, de significado ceremonial, planificadas por el inca en persona y donde se las arreaba cercándolas con sogas y cintas de colores, se las esquilaban y posteriormente se liberaban a la mayoría al medio silvestre nuevamente (Custred, 1979). La fibra obtenida se utilizaba para la confección de prendas de prestigio para la elite del inca. Los chakus eran regulados por mecanismos políticos, religiosos, sociales y culturales y pueden interpretarse como un modo sustentable de explotación. Luego de la conquista española, ni las buenas prácticas preexistentes, ni la Pachamama ni Coquena pudieron evitar la matanza de las vicuñas para cubrir la demanda del mercado europeo debido a la valorización de las extraordinarias cualidades de la fibra para prendas de alto nivel. Las vicuñas llegaron a estar al borde de la extinción (para una completa descripción del proceso de declive y recuperación véase Vilá, 2013). Con la vicuña, peligrosamente vulnerable, los cuatro países andinos (Perú, Bolivia, Chile y Argentina) firman un convenio internacional inicialmente de conservación exclusiva y que luego incorpora la posibilidad de uso, en el cual se respeta el patrimonio biocultural andino, ya que en su artículo 1 se determina quiénes pueden utilizar esta especie: FIGURA 4. Caravana de llamas llegando a Santa Catalina. Foto: Silvina Enrietti.

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