

m o s a i c o
c e n t r a l
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D
e niño observaba a algunos compañeros del colegio correr
tras una mariposa que revoloteaba en el parque en los pri-
meros días de primavera. Alguno lograba atraparlas, las man-
tenían entre sus manos observando los brillantes colores de
sus alas y lo frágiles que son, hasta que el insecto lograba despegar el
vuelo y seguir con su trayecto. Caso contrario sucedía cuando por su
camino cruzaba una araña, esos insectos que causan sensaciones de
terror y en algunos casos hasta fobias por su aspecto poco agraciado.
Algunas compañeras lanzaban un grito y corrían despavoridas, otras
simplemente aplicaban el típico zapatazo para deshacerse de tan ho-
rripilante ser. Situaciones comunes en todas las generaciones y que se
dan desde la niñez hasta la edad adulta. Con esta anécdota tan simple,
quiero ejemplificar qué tanto peso tiene la percepción de la belleza y
de la fealdad en el ser humano para valorar el derecho a vivir de otros
seres con los que comparte el hábitat.
Visualmente se podría establecer una definición de los concep-
tos de belleza y fealdad a través de los parámetros que en cada
época y cultura el hombre ha establecido como cualidades de per-
fección, y notar la evolución de lo que se considera estético. Dicha
definición no sólo afecta a la imagen que el hombre tiene de sí mis-
mo, sino que da pauta para considerar el convivir con otras formas
de vida. Aquello que no encaja en los criterios estéticos que se
han establecido en nuestra realidad cotidiana, recibe el calificativo
de “feo” y con ello toda una serie de sinónimos como horrendo,
monstruoso, espantoso. Además de eso, el hecho de calificar a
algo como feo lleva
per se
una carga de incomprensión, intolerancia
y sobre todo, la imposibilidad de acceder al respeto y dignidad. La
imagen de lo “feo”, es también recordatorio de amenaza, descono-
cimiento, rareza.
Hay una relación estrecha entre fealdad y el derecho a existir. Todo
aquello que el hombre no logra asimilar al considerarlo antiestético le
provoca el sentimiento de rechazo o la necesidad de exterminarlo para
La araña y la mariposa
Por Lic. Arturo Cielo Rodríguez
Jefe de Diseño Gráfico de la Dirección de Comunicación Institucional de la
IBERO
Puebla
ILUSTRACIÓN: fernando michel calderón miranda
“El hombre cree que el mundo está rebosante de belleza, y olvida que él es la causa de ella. Solo él le ha
regalado al mundo la belleza; aunque, lamentablemente, se trate de una belleza humana.”
El ocaso de los ídolos, Friedrich Nietzsche.
poder conservar el “orden” que ha heredado a través de sus antepa-
sados y poder mantenerse seguro. Así pues, estamos hablando de
un juicio de valor que otorga el perceptor. Este juicio de valor es el
resultado de las experiencias estéticas a lo largo de su existencia y
que alimenta un eterno debate para responder a la pregunta: ¿qué es
bello?, ¿la mariposa o la araña?
Una vez que se llega a un acuerdo y se resuelve tal interrogante,
el perceptor toma poder de decisión para determinar qué tiene dere-
cho a tomar un lugar en el planeta y que no, qué puede eliminarse y
que no, o también, qué tiene derecho a permanecer por siempre por
el simple hecho de ser bello. Uno de los efectos que provoca la belle-
za es el sentimiento de posesión y el afán por evitar que se corrompa
(así es como se ha logrado exterminar a algunas especies animales,
cuyas cabezas se encontrarán adornando alguna linda sala).
Mucho se ha escrito sobre belleza y fealdad desde diferentes pun-
tos de vista. Desde Umberto Ecco y su
Historia de la Belleza e Historia
de la Fealdad
donde se analizan los cánones estéticos instaurados
por el hombre a lo largo de su historia; el ensayo
Lo bello y lo sublime
de Immanuel Kant y,
El ocaso de los ídolos
de Friedrich Nietzsche por
citar unos cuantos. Para poder concluir este artículo, me quedo con
el argumento de Nietzsche, donde se aleja del contexto estético para
determinar qué es bello y qué no. En dicha obra el autor conside-
ra que “nada es bello, sólo el hombre lo es: sobre esta ingenuidad
descansa toda estética, ella es su primera verdad. Añadamos en
seguida su segunda verdad: nada es feo, excepto el hombre que
degenera, con esto queda delimitado el reino del juicio estético”.
Así pues, ni las arañas ni las mariposas son seres bellos o feos,
desde el punto de vista estético y por consiguiente de percepción.
Por lo tanto, ambos seres tienen el derecho de existir y no terminar
sus días a causa de un zapatazo o disecados hermosamente enmar-
cados. Al final del día, un juicio de valor se puede modificar tomando
en consideración el respeto hacia todas las formas de vida.