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m o s a i c o

c e n t r a l

[ 7 ]

D

e niño observaba a algunos compañeros del colegio correr

tras una mariposa que revoloteaba en el parque en los pri-

meros días de primavera. Alguno lograba atraparlas, las man-

tenían entre sus manos observando los brillantes colores de

sus alas y lo frágiles que son, hasta que el insecto lograba despegar el

vuelo y seguir con su trayecto. Caso contrario sucedía cuando por su

camino cruzaba una araña, esos insectos que causan sensaciones de

terror y en algunos casos hasta fobias por su aspecto poco agraciado.

Algunas compañeras lanzaban un grito y corrían despavoridas, otras

simplemente aplicaban el típico zapatazo para deshacerse de tan ho-

rripilante ser. Situaciones comunes en todas las generaciones y que se

dan desde la niñez hasta la edad adulta. Con esta anécdota tan simple,

quiero ejemplificar qué tanto peso tiene la percepción de la belleza y

de la fealdad en el ser humano para valorar el derecho a vivir de otros

seres con los que comparte el hábitat.

Visualmente se podría establecer una definición de los concep-

tos de belleza y fealdad a través de los parámetros que en cada

época y cultura el hombre ha establecido como cualidades de per-

fección, y notar la evolución de lo que se considera estético. Dicha

definición no sólo afecta a la imagen que el hombre tiene de sí mis-

mo, sino que da pauta para considerar el convivir con otras formas

de vida. Aquello que no encaja en los criterios estéticos que se

han establecido en nuestra realidad cotidiana, recibe el calificativo

de “feo” y con ello toda una serie de sinónimos como horrendo,

monstruoso, espantoso. Además de eso, el hecho de calificar a

algo como feo lleva

per se

una carga de incomprensión, intolerancia

y sobre todo, la imposibilidad de acceder al respeto y dignidad. La

imagen de lo “feo”, es también recordatorio de amenaza, descono-

cimiento, rareza.

Hay una relación estrecha entre fealdad y el derecho a existir. Todo

aquello que el hombre no logra asimilar al considerarlo antiestético le

provoca el sentimiento de rechazo o la necesidad de exterminarlo para

La araña y la mariposa

Por Lic. Arturo Cielo Rodríguez

Jefe de Diseño Gráfico de la Dirección de Comunicación Institucional de la

IBERO

Puebla

ILUSTRACIÓN: fernando michel calderón miranda

“El hombre cree que el mundo está rebosante de belleza, y olvida que él es la causa de ella. Solo él le ha

regalado al mundo la belleza; aunque, lamentablemente, se trate de una belleza humana.”

El ocaso de los ídolos, Friedrich Nietzsche.

poder conservar el “orden” que ha heredado a través de sus antepa-

sados y poder mantenerse seguro. Así pues, estamos hablando de

un juicio de valor que otorga el perceptor. Este juicio de valor es el

resultado de las experiencias estéticas a lo largo de su existencia y

que alimenta un eterno debate para responder a la pregunta: ¿qué es

bello?, ¿la mariposa o la araña?

Una vez que se llega a un acuerdo y se resuelve tal interrogante,

el perceptor toma poder de decisión para determinar qué tiene dere-

cho a tomar un lugar en el planeta y que no, qué puede eliminarse y

que no, o también, qué tiene derecho a permanecer por siempre por

el simple hecho de ser bello. Uno de los efectos que provoca la belle-

za es el sentimiento de posesión y el afán por evitar que se corrompa

(así es como se ha logrado exterminar a algunas especies animales,

cuyas cabezas se encontrarán adornando alguna linda sala).

Mucho se ha escrito sobre belleza y fealdad desde diferentes pun-

tos de vista. Desde Umberto Ecco y su

Historia de la Belleza e Historia

de la Fealdad

donde se analizan los cánones estéticos instaurados

por el hombre a lo largo de su historia; el ensayo

Lo bello y lo sublime

de Immanuel Kant y,

El ocaso de los ídolos

de Friedrich Nietzsche por

citar unos cuantos. Para poder concluir este artículo, me quedo con

el argumento de Nietzsche, donde se aleja del contexto estético para

determinar qué es bello y qué no. En dicha obra el autor conside-

ra que “nada es bello, sólo el hombre lo es: sobre esta ingenuidad

descansa toda estética, ella es su primera verdad. Añadamos en

seguida su segunda verdad: nada es feo, excepto el hombre que

degenera, con esto queda delimitado el reino del juicio estético”.

Así pues, ni las arañas ni las mariposas son seres bellos o feos,

desde el punto de vista estético y por consiguiente de percepción.

Por lo tanto, ambos seres tienen el derecho de existir y no terminar

sus días a causa de un zapatazo o disecados hermosamente enmar-

cados. Al final del día, un juicio de valor se puede modificar tomando

en consideración el respeto hacia todas las formas de vida.