

f o r m a n d o
e l
m o s a i c o
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*
Empezaron a aventar piedras y corrimos.
Hubo insultos y nos empezaron a tirar. Son
unos perros, ya mataron a uno de noso-
tros. Por detrás llegaron otras tres patru-
llas. Ahora sí ya valieron madre, gritaban.
Ahora sí ya valieron madre pinches cha-
macos cabrones, gritaban. Corrimos des-
pavoridos hacia un cerro. Y empezamos a
subir las gradas como pudimos. Frente a
la casa de la mujer que lloraba mujer dime
por qué lloras a quién buscas y pedimos
auxilio presos del terror. Pero también.
Abrió la puerta y no preguntó más por qué
vinieron a Iguala muchachos no sé dónde
lo han puesto a mi Julio, a mi Señor. Se
lo llevaron a mi Señor pero a nosotros no
nos murieron. Entonces nos ofreció agua
y hasta las cuatro de la mañana bebimos
del pozo hasta resecarlo todo.
**
Una patrulla blanca entre las patrullas que
rondaban toda la noche llueves sobre mí,
Sulamith, tu elíxir de cenizas, pasó delante
de nosotros, veinte metros, regresó. Me
quise tirar de la patrulla, quería vomitarme
PARUSÍA DE
LOS MUERTOS
(FRAGMENTOS)
POR PABLO PICENO HERNÁNDEZ
Alumno de la Licenciatura en Literatura
y Filosofía de la
IBERO
Puebla
encima de mí contra el cielo de cemento
pero luego vinieron otros dos compañeros
que estaban muertos pero ahí los vimos,
venían por nosotros con panes y café.
Luego se escaparon al monte. Yo pensaba
cómo haré si nos quieren matar. Me pre-
guntaban que si de dónde era no que muy
cabroncito. Luego se escaparon al mon-
te. Y ya nunca los vi ni me vieron. Ahora
pienso que no me preguntaron ellos, que
no oí nada más. De eso me di cuenta a
las nueve, ya bien entrada la tarde. O igual
apenas me doy cuenta porque dónde lo
han puesto me gritan, a mis hijos, al niño
Brayan, entre arroyos y tablas, ya me los
quiero llevar. Oigo que dicen, pero no oigo
nada más.
***
Como a veinte treinta metros lo encontré
al compañero Edgar. Andrés Vargas. Al
cual ya bien herido sangrando a chorros
y sintiendo los disparos que impactaban
los autos. Corriendo para evitar que nos
dieran con la sangre del compañero Edgar
ya sin sangrar.
****
El día 26 los compañeros y yo ya habían
salido a Iguala. Entramos lo más antes
posible y en Iguala creímos que nosotros
íbamos a firmar el Plan, creímos que tan-
tos años un día llegar a calmar las cosas.
Pedimos déjennos que nos los llevemos
herido o muerto, dígannos dónde lo han
puesto heridomuerto, lo que haya pasa-
do, aunque estuviera muerto pero no haya
muerto aún, el compañero Aldo que sigue
vivo todavía en coma y con muerte cere-
bral con la muerte en la cabeza él era y
estaba muerto. Y a balazos a la altura de
las ventanillas y de los autobuses destro-
zados con su parabrisas las llantas pon-
chadas sangraba a chorros sangre coa-
gulada cayó como de muertos río abajo
con el océano de espaldas, una gota que
era la tierra entera de Guerrero. México
con sus muertos estaba ahí. Arriba de los
autobuses y nosotros abajo para prote-
gernos. Aldo y Brayan y Julio César y los
Avispones que desangraban a la orilla de
la carretera estaban ahí. En medio del pri-
mero y el segundo, refugiándonos. Como
si en una de esas la desmemoria borrara