

m o s a i c o
c e n t r a l
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L
as normales rurales tienen en
esencia la tarea de llevar edu-
cación a los lugares margina-
dos y alejados en distintos es-
tados de nuestro país, su razón
de ser es ofrecer una formación
digna para los hijos de los campesinos y
de sus comunidades para que a través de
ello estas poblaciones puedan mejorar su
calidad de vida, trabajar en proyectos de
desarrollo social, con su aprendizaje trazar
un futuro distinto.
Los alumnos de las normales rurales
aprenden no sólo los conocimientos para
enseñar e instruir a otros miembros de la
comunidad sino que también adquieren
aprendizajes que se tornan en respeto y
orgullo por las tradiciones y los valores cul-
turales de su pueblo. Las normales rurales
son un modelo necesario para defender la
educación pública, gratuita y de calidad
para los jóvenes mexicanos, formación a
la cual tienen derecho. Desde su funda-
ción en 1922 tienen un modelo de ense-
ñanza cercana a las condiciones sociales
y económicas de cada lugar, sus planes y
programas de estudio fueron adecuados
a las distintas realidades de sus regiones
asumiendo un compromiso de apoyo y
solidaridad con los más necesitados, es-
timulando un proceso de transformación
social a través de la cultura, conformando
un proyecto de educación campesina. Su
historia no ha sido fácil, profesores y alum-
nos han sido hostigados por distintas cau-
sas, desde las religiosas, las políticas y las
económicas resultantes de la instauración
de un modelo económico neoliberal que
no contempla la educación de los pobres
como una necesidad mucho menos como
un derecho.
En las normales rurales se aprende mu-
cho más que los diversos ejes de cono-
cimiento académico formal que plantea la
Secretaría de Educación Pública, se recibe
capacitación sobre actividades agrope-
cuarias, se aprende música popular, danza
regional y otros oficios. En improvisadas
instalaciones se practica deporte pero
también se recibe formación política que
modela conciencia y genera ciudadanía.
Los estudiantes, por años, han de-
mando el aumento de recursos para su
manutención, la recuperación, el manteni-
miento de sus instalaciones y para el pago
de salarios dignos a sus maestros sin que
sus demandas hayan sido escuchadas, si
aún quedan normales rurales en pie es por
la lucha constante de sus comunidades,
el trabajo de sus padres y su capacidad
para organizarse en comunidad y resistir.
Debido a su participación política y a su
simpatía con los movimientos campesinos
las normales rurales padecen la descali-
ficación de los medios de comunicación,
en las noticias de la radio y la televisión
comercial no hay espacio para difundir su
proyecto académico, para conocer quié-
nes forman parte de su planta docente,
qué hacen por sus comunidades los egre-
sados. Las noticias de los medios siempre
muestran de manera distorsionada accio-
nes como paros, cierre de carreteras, toma
de los sedes de los gobiernos municipales,
marchas… todo esto como si protestar
fuera un delito y no un derecho y también
una necesidad.
Desde el 26 de septiembre de 2014
nos acompaña la noticia de que 43 jóve-
nes de la Normal Rural Isidro Burgos de
Ayotzinapa habían desaparecido, esa ha
sido una noche larga, amarga, dolorosa.
Desde entonces no ha habido un momen-
to de descanso o de trabajo en el que no
los tengamos en mente.
Esos jóvenes no están en sus casas,
esos hijos, hermanos, primos, sobrinos,
ahijados, algunos de ellos que ya eran pa-
dres de familia, el único sustento de sus
padres ancianos, otros son la figura pater-
na para los hermanos menores. Jóvenes
como nuestros estudiantes de la IBERO
Puebla con sus 17 o 22 años.
Por eso algunos miembros de la comu-
nidad universitaria quisimos decir desde lo
más profundo del corazón:
¡Estos estudiantes, también son nues-
tros estudiantes!
Con carteles, con frases, con acciones,
con poesía, con flores. Nos encontramos
para hacernos más compañeros, más
amigos, para pensar cómo decimos lo que
sentimos, cómo acompañamos a los pa-
dres de los normalistas, cómo podemos
ganarle a la indiferencia y al olvido, cómo
hacemos para que nunca más alguien su-
fra este dolor, cómo convertimos a la uni-
versidad en un bastión de la esperanza…
JÓVENES DE AYOTZINAPA, HIJOS DE
CAMPESINOS QUE QUERÍAN SER MAESTROS
POR MTRA. AURORA BERLANGA ÁLVAREZ
Directora del Departamento de Arte, Diseño y Arquitectura de la
IBERO
Puebla
ILUSTRACIÓN: CÉSAR BRIONES ESTRADA