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Bajo este punto de vista resulta bastante sencillo mercantilizar el producto de la investigación –ya

sea pequeña ciencia o gran ciencia (Quintanilla pag 186, 2007) y de paso sumar un número más a

los indicadores propuestos independientemente del sistema educativo del que estemos hablando.

Sin embargo y nuevamente bajo la visión de Rosen nos topamos con que la sociedad del

conocimiento no está relacionando la interpretación de la tradición y pareciera más que se asemeja

a una visión Nietscheniana ya que la irrupción violenta de la tradición obedece más a factores

económicos que positivistas.

Este discurso ha ido empujando al desarrollo de la ciencia hacia un campo donde relaciona al

producto investigado como una consecuencia de generación de valor, donde se oponen la visión de

la generación de un nuevo conocimiento con la visión mercantilista de descubrimiento a grado tal

que la política de la definición presupuestal para la investigación incluye el rubro de “aplicación

práctica y beneficio social” como uno de los elementos de asignación (CONACYT pag 4, 2013).

Sin embargo consideramos que uno de los aspectos benéficos de este enfoque se puede palpar en

las Ciencias Sociales y Humanidades, ya que, aunque por una parte pueda resultar difícil la

identificación de las áreas de investigación (por ejemplo en el sector servicios), el resultado de su

impacto es más rápido y lineal –ejemplos de esto lo encontramos en cambios en las políticas

públicas de transporte, calidad en el servicio post venta o política ecológica. Con un valor agregado:

es más fácil evaluar el resultado esperado y en consecuencia su adopción social se adapta fácilmente

como una reinterpretación de la tradición.